sábado, 29 de septiembre de 2012

PAUSA

Estoy trabajando en los últimos cinco cuentos del libro. Esperen las conclusiones de este genial experimento... saludos a toda la banda de escuela o universidad....

Cuento 5

Cuento 5 Si la calle 11 pudiera hablar La calle amplia, llena de miseria, me recordó la noche anterior. Una lluvia copiosa caía sobre mi cabeza y cuando reaccioné sólo atiné a decirme a mi mismo, ¿qué es el amor? En el campo verde se dibujaba la luna redonda y llena de manchas, manchas blancuzcas que la volvían más intrigante. Fue así como recordé lo que había durante la tarde, no había nadie en la casa de María y me fue fácil convencerla de lo que deseaba. Esa tarde fue especialmente cálida y las gotas de sudor recorrían su cuerpo, mientras la desnudaba. Un espejo bruñido de plata era el testigo de lo que vendría. El calor agobiante, recorría mi cuerpo, mientras me preparaba para lo inevitable; su lecho era más bien precario y hasta un poco terso. Sin embargo, lo que importaba en ese momento era fundirse con ella y sentir su calor. Sí bien, era una mujer en todo el sentido de la palabra, su mente era todavía la de una niña. Así que tuve que jugar al truco barato y simple de convencerla con palabras llenas de zalamería, de llevarla a la cama. Fue un mete – saca mecánico sin un barniz de ternura, esto fue algo que me molestó al principio porque esperaba como mínimo su respiro cerca de mi cuello y lo único que obtuve fue un escueto “Buenas noches y adiós”. Salí de la casa y estuve tentado a entrar de nuevo, pero recordé sus frías palabras de fútil despedida y decidí largarme, después de todo, el día estaba muriendo y en poco tiempo, el sol se ocultaría y los seres de la noche jugarían consigo mismos, hundiéndose en un mar de éxtasis y placer sobrenatural. Eso era lo que afanosamente estaba buscando aquella tarde. El olor del cigarro llegaba con su hedor insoportable, sin embargo, Adair reía ante mi cara de asco. Decidí alejarme del lugar, una sucia y maloliente esquina en donde los olvidados de Dios se escudaban en la vagancia. Ropa rota por aquí y por allá, papel periódico usado como higiénico y perros con mirada siniestra flotaban en el áspero y seco ambiente. El final estaba cerca y con aparente desazón, mi vida. Un enorme piquete de Anopheles en mi brazo derecho anunciaba al mortal paludismo; sin fuerzas para escribir no tengo nada más que decir: sólo una infinita compasión por mí y la duradera muerte por venir…

Cuento 4

Cuento 4 Estrellas Cuando salí de mi casa, era de noche. Una noche larga, inmensa, lóbrega, en su paz encuentro la razón para salir a pasear por los alrededores y encontrar la magia de la vida en cada instante. La ciudad en que habito, es un puerto. Una ciudad vieja, con secretos ya olvidados. El olor a mar y a pescado, llena el ambiente. La gente va por ahí, pensando en su existencia, asuntos cotidianos, que no merecen ser reseñados aquí. Mi paz es salir por las calles, caminar en la costa y contemplar el cuadro maravilloso del mar y de las olas llenas de espuma golpeando día tras día. La contemplación en la que me sumerjo es eterna, y podría no tener final, si no aceptara el hecho de que vivo en la soledad, una soledad penosa, llena de desgracia. Las circunstancias me hundieron en ella, he tratado de escapar pero sin encontrar salida. En el nuevo día espero hallar esa respuesta que consiga trasladar a mi corazón a esa zona, la zona de amor que afanosamente toda la humanidad busca. Toda mi vida se dibujaba en la rutina, la rutina propia de un oficinista de medio tiempo. Las imágenes de la realidad se me venían encima, cada vez más y más cerca, pero hubo algo que hizo que cambiara todo. En uno de mis cotidianos paseos, me encontré a una mujer misteriosa. No podría decir si era realidad o era un dibujo de mis pasiones ocultas, sólo diré que es simplemente hermosa. De estatura mediana, tez blanca, ojos verdes, y cabello de tono rojizo como la corona solar. Estas pocas palabras no alcanzarían a describir la eterna belleza que encierra. El lector podría pensar que soy exagerado, pero la realidad me decía otra cosa. Nunca había visto alguien así, todas las mujeres que había observado antes palidecían ante el reflejo tan hermoso que estaba contemplando. Dulce, dulce, era su mirar, y me podría haber acostumbrado a ella y bailar por toda la eternidad a su lado; una belleza extraterrena, más allá de mis sueños y deseos. Lo más hermoso eran sus ojos, reflejo de su alma, de un tono verde, del verde que da vida y que se encuentra en los océanos. Las mejores cosas de la vida se hallaban en esos ojos como esmeraldas, donde la eternidad y lo efímero bailaban. Traté de alcanzarla y cruzar algunas palabras con ella, después de todo si algo tengo es confianza. Para mi sorpresa, entre más pasos daba, ella se alejaba más y más. Me desesperé tanto que maldije al destino, por no lograr alcanzarla. Cual sería mi sorpresa, que al correr, caí, al momento de caer, desperté. ¿Qué acaso era sólo un sueño? Me levanté y me di cuenta que a lo lejos se dibujaba una luna, una luna azul llena de paz y de candor, con tristeza me di cuenta que era un sueño, y que la bella chica era sólo un pálido recuerdo en mi corazón. Los días siguientes cada vez que empezaba a soñar, la diferencia entre la realidad y el sueño, era cada vez más difusa y a veces, me ponía a pensar que si estaba viviendo algo real o eran juegos de mi corazón. Con impaciencia, entraba a regiones del sueño, ya olvidadas, me convertía en príncipe, rey, mendigo, recorría lugares lejanos buscando esa visión, cuando estaba a punto de encontrarla, los traicioneros rayos del sol llegaban a cubrirlo todo. Estuve a punto de caer rendido y aceptar el hecho de que mi visión era un reflejo de la soledad, para no caer y pegarme en el suelo, inventaba historias, cuentos, y canciones, de verdad es increíble lo creativo que se vuelve uno, cuando el amor llega a su puerta. He aquí uno de los poemas. Lo rescaté de otro que había escrito antes, para una musa que durmió después el olvido, iba más o menos así: [Una noche tan eterna y luminosa como la luna y a lo lejos va caminando la mujer que amo, sus pasos son certeros y ágiles, su silueta se va dibujando en el horizonte. Ella está llena de amor, y su voz es como un amanecer que va quitando las sombras, su figura descorre los velos que aparecen en las calles, una canción se escucha a lo lejos en el horizonte y ella atenta la escucha, es una canción vieja, pero que remite a los dominios del Amor. Poco a poco, ella se acerca a su destino, y con gracia y una gran quietud observa lo que hay alrededor, sus hermosos ojos verdes le dan una mirada al pavimento y con calma sigue su camino. Sus ojos son luminosos y llenos de un brillo, un brillo muy especial que me hace recordar los días y las noches en la que los amantes jugaban y cantaban en los parques. Yo, un simple ciudadano de mundo, sólo aspiro a entrar en su vida, quizás robarle un beso a la luz de la luna a esa mujer a quien amo, tomar su mano y cantarle una canción tierna, perdida en las brumas y en los espacios compartidos. Azul esperanza que cubre con su áspero manto; una palabra y un sendero, que se asemejan al débil capullo de una flor que abre sus ojos al atardecer...] Todo transcurrió con normalidad, hasta que un buen día, me fui a la cama sin ninguna preocupación ni interés fijo. Sólo éramos yo y la cama, en una noche tan linda que daban ganas de salir y estar despiertos para contemplarla. No fue así, y pronto quedé profundamente dormido. En mi sueño, me parecía encontrarme volando, volaba por los aires, con suma facilidad, y recorría a gran velocidad toda clase de paisajes y lugares. Lugares exóticos, llenos de maravillas y sorpresas. En un momento del sueño, viajaba a un puerto de mi país natal, un lugar casi desconocido para mí. Caminaba por sus calles con soltura, atravesando calzadas y recorriendo todos los lugares, cuando de repente, entraba a una plaza, y ahí estaba la chica de mi sueño. Se me quedaba viendo, y me decía que le parecía alguien conocido. Yo sólo le decía que la conocía de antes, ella de repente, me decía que era una princesa. Una princesa de un lugar muy remoto, en una galaxia muy lejana. Yo le confesaba mis sentimientos y ella muy sorprendida, me decía que como podía sentir todo eso, sin apenas conocerla, yo le contestaba que esa era la magia de todo, y que cuando algo como el amor llega, es difícil resistirse a su ala. De repente la abrazaba y le decía que nunca la dejaría ir, ella sólo me sonreía y me decía que para estar juntos, debería ir con ella, a ese lugar remoto más allá de las estrellas. Era una decisión difícil dejar a la Tierra y a todo atrás, pero con valentía le decía que sí. En ese momento acababa mi sueño. Salí de mi cuarto, y en un árbol ella estaba parada, se veía aún más hermosa que en mi sueño. Lentamente nos tomábamos de la mano y caminábamos por la playa hasta perdernos en el horizonte. Arriba las estrellas brillaban, su brillo traía a la mente el recuerdo de amores pasados y jamás olvidados. Su luz era tan hermosa y bañaba todo su alrededor. Sí, estrellas y más estrellas, y tal vez en una de ellas, sea muy feliz con la chica de mi sueño. Estrellas, azules, pálidas, titilantes, como quisiera estar con ella y contemplarlas, y todo quedará atrás. ESTRELLAS, ESTRELLAS, VIGILEN A LA MUJER QUE AMO, Y CON SU BRILLO DIGANLE, QUE ESTARÉ CON ELLA SIEMPRE, SIEMPRE.

Cuento 3

Cuento 3 Fidelidad Dedicado a Ixchel Fernanda Mendoza En el mundo existen tantas formas de vida. El hombre vive sólo una de sus facetas y cuando encuentra a su mujer piensa que la calma llegará. Cuando pensaba así era aún muy joven y estaba lleno de vitalidad. Convivía con mis compañeros de juerga sin tener un sentido claro del bien y del mal. Sólo tratábamos de gozar el instante y el futuro era una partícula del Oeste donde vaqueros y bandidos desfilaban por igual. Todo cambió cuando la vi por primera vez. Una llama se encendió en mí, modales que creía olvidados aparecieron y cortesías que no eran lejanas se acercaron. Comencé por buscarla y tratar de ser respetuoso. Ella se mostraba cariñosa y un poco adusta. Mi mente bullía de esperanzas y visiones de amor y así transcurrieron días, semanas y meses. Le escribía con pasión y cada letra salía de un corazón casi quebrado. Poco a poco, ella entendió el mensaje hasta que un buen día nos besamos. Era de mañana y ella inquieta, temblaba de frío, Las lluvias la habían dejado un poco agripada y de repente cruzamos miradas. Sus ojos negros me miraban con impaciencia y ella esperaba una reacción, no lo pensé mucho y la besé con fuerza, ella se relajó y me dejó hacer. El rumor se corrió en toda la comunidad y amigos y enemigos surgían como espejismos en arena blanca. No hicimos caso y seguimos juntos sin importar que en un universo paralelo, tal vez, el electrón y el protón se repelan. Principios casi opuestos se presentaban y así crecimos y como un buen árbol, nuestro amor rompió los límites. Ya para ese entonces, trabajaba ejerciendo mi profesión. Proponerle matrimonio fue complicado, pero con un poco de ingenio bastó para que ella diera el ansiado sí. Las familias se conocieron, se mostraron sus garras y colmillos y la fiesta fue en total tranquilidad. Niños y niñas jugando por todos lados, adultos ya bebidos, conversando y ella y yo juntos a pesar de toda la adversidad. La luna de miel fue un encuentro ya esperado. Ella tenía una ligera idea de mi interior y yo de su alma y quizás eso lo volvió algo maravilloso. Disfrutamos y gozamos el instante y los tiempos, mientras que en las playas no estelares, otras parejas buscaban lo mismo. Tanto ella como yo atrajimos miradas casi curiosas y creí adivinar sus intenciones. Puras premisas falsas y nuestra confianza creció mucho. Un buen día por la mañana, ella se despertó llorando, yo preocupado la miré y muy emocionada me contestó “vas a ser papá”. La noticia fue impactante y de inmediato la abracé con fuerza y le susurré al oído lo mucho que la amo, la amaré y la seguiré amando. Es así como el tiempo se acorta y nuestra dicha, es mayor al acercarse el día. Nos queremos y amamos y eso es lo importante. Lo que he aprendido a su lado es la lección que sólo una religión puede enseñar y eso es AMOR. Poco a poco, las raíces de ese amor profundizan y ahora ella camina orgullosa por ahí. Tiempo, sí el tiempo vuela y atrás quedaron los juegos de fútbol o las bucólicas noches en la soltería. Ahora vamos agarrados de la mano y arriba en el cielo, hay una constelación que ilumina nuestro camino. Epilogo: Donde quiera que estés, siempre hay amor, de una u otra forma, de inmenso amor, el creador formó el Universo.

Cuento 2

Cuento 2 El mago de la tierra de Elion Calor y más calor. Así es la vida en este punto remoto de la galaxia. Las estrellas iluminan este planeta situado en el abrazo de la noche. Sol y sombra van a intervalos en este planeta selvático y lleno de vida. Los océanos vomitan peces de coloridos espectros y los tiburones se dan un festín de cuando en cuando con un esclavo. Es mediodía y nuestro personaje está por despertar. Es un mago, depósito de sabiduría y habilidad para comandar a las fuerzas de la naturaleza. Es un hombre joven, robusto, muy solitario y acompañado siempre de dos animales. Uno de ellos es un fiel dingo, que nunca ladra, sólo muerde y un gallo colorado. Lo que el mago practica es algo ancestral y lleno de sabiduría. En la puerta de su cabaña hay un letrero: “Quien entré aquí no saldrá, si el círculo se cierra”. Despierta de pronto de una dulce pesadilla en donde el planeta era barrido de la faz de su existencia por un cometa. Todo moría y él veía esparcirse de nuevo todo el carnaval de lo viviente. Cuando despertó, su gallo ya picoteaba algunos granos verdes y su fiel dingo comía una gruesa tuza. Se levantó y se vistió, decidió comprar bebida, en este caso, un poco de ese elíxir llamado pulque. Poco a poco, el pulque surtió su efecto en él. La lengua se le aflojó y de inmediato comenzó a repetir viejos conjuros. Ya era de tarde y después de quedar dormido en ese sueño que nosotros llamamos borrachera, empezó a sudar. Gotas de sudor frío caían por su frente y las imágenes de esa visión dantesca eran indescriptibles. Un planeta lleno de agua cristalina dominado y sojuzgado por una raza de primates sin pelo. Lo que más furia le causaba esa visión era el hecho del maltrato que sufrían las criaturas vivientes de ese lugar. Todo aquello que volaba, nadaba y caminaba moría en manos de sus perseguidores. El mago despertó y decidió poner fin a sus dudas. Elion era un país tranquilo donde la autoridad gobernaba con orden y progreso. Los talentos de cada individuo eran aprovechados a su totalidad y funcionaban como una colectividad. Un enorme potencial natural habitaba en cada región de ese planeta cuyos días y noches duraban 13 horas. Aquellos que repelían el orden establecido eran abandonados en abismos y ahí encontraban como castigo a la muerte. Su sufrimiento acababa así con una vida enquistada en odio a la propia vida. En Elion el único valor era la vida en todas sus manifestaciones. Nuestro mago decide probar si lo que soñó tiene un contraste real. Un presentimiento le dice que en otra estrella hay partes de la naturaleza que sufren. Decide que es hora de hacer un experimento. Comienza con sus conjuros y cuando la luna está alineada en un eclipse desaparece de Elion. Cuando despierta de un sueño pesado se encuentra a las orillas de una ciudad cercada por una valla y enclavada en el desierto. Un desierto amplio, espacioso y muy árido. Ahí habita tres meses y decide abandonar el desierto y conducirse hacia la ciudad. Esa ciudad tiene un nombre muy curioso, Hermosillo y tiempo después nuestro mago, se entera que ha viajado años luz a otro punto de la galaxia llamado Tierra y a un país al que le dicen México. Su habilidad le permite aprender el idioma y los dialectos de la zona. Pronto encuentra trabajo en una cantina como ayudante de cantinero y decide esperar. Es una cantina infernal con licor corriendo por las venas de los asistentes y mujerzuelas bailando frenéticamente. El sonríe y piensa que lo que ve es nulo a comparación de las fiestas en el palacio de Elion. Una de esas noches conoce a una muchacha llamada Laura. Ella lo ve con ojos negros y penetrantes como percibiendo que es un forastero. Charla con él y trata de conquistarlo; el mago, al principio reacio, va cediendo hasta que el amor de ella cura sus heridas. De pronto, han pasado dos meses en la madre Tierra y ella le pregunta él porque no vivir juntos. El se sonríe y sólo acierta a pronunciar un escueto sí. El mago se hace llamar Carlos y cuando platica con su futuro suegro le hace ver que su hija no correrá ningún peligro a su lado. Después de seis meses, en una casa elegante hay fiesta. Toda la parentela de la novia ve a Carlos como tratando de descubrir su misterio. No lo logran y se casan y abandonan la ciudad en búsqueda de felicidad. El espíritu del mar une ambos corazones y mientras la brisa de la costa golpea el asfalto, ella y el se sonríen y un delfín azul canta y así en otro punto del Universo empieza a girar de nuevo la rueda que el hombre llama amor. Sin embargo, nuestro mago no está del todo contento. Ha logrado conquistar a una terrestre, pero su misión primordial ha fracasado, ¿cómo salvar la vida de las plantas, algas, bacterias, hongos y animales, sin causar sospecha en su esposa? Una idea muy nueva viene en auxilio de nuestro personaje, utilizar las supercomputadoras que son capaces de realizar procesamiento digital y simulación. Así, podría hacer un inventario. Sí, un inventario, pero existen cientos de miles de especies, y un cálculo conservador, le dice a nuestro mago que salvar a todas, sería una labor titánica. La única forma, es robar una terminal e introducirse en las bases de datos. Pero ¿quién es él para robar los secretos del gran DIOS biológico? La ignorancia de los humanos en cuestiones del origen de la vida no es tan oscura, pero si ellos conocieran el hecho de que en Elion, se han fabricado y sintetizado millones de especies a partir de células y microtubulos cerebrales, sin duda, sería el ser más odiado en el tercer planeta de esa galaxia llamada Vía Láctea. Finalmente, un buen día abandona a su esposa. Le duele tomar esa decisión; aunque algo en el fondo de su buen corazón interestelar, le dice que es más importante conocer el quehacer biológico real y no ir detrás de una cara bonita. En fin, las terrestres son fáciles de conquistar y él podría casarse con cualquiera y a la vez con ninguna. Ese desprecio a la mujer interestelar no es nuevo, y es un hecho que nos encontramos ante alguien casado con las manifestaciones vitales. Su vida sentimental es poca cosa, a lado de la OBLIGACIÓN de salvar lo poco que queda de vida. Esa obligación no lo constriñe es más, lo motiva a seguir adelante. De repente, nuestro personaje con bucólica melancolía le da una última mirada a todo y hacer el último sacrificio de su vida. Inmolarse y con su energía darle una buena sacudida al planeta terrestre. Con calma, explota y sus semillas de creación y destrucción van eliminando a todos los humanos. A lo lejos, un delfín sonríe y comprende todo…

Cuento 1

Cuento 1 Nunca reten a los dioses Había una vez, un hombre que deseaba firmemente y con todo su corazón conocer el poder otorgado a Dios de la omnisciencia y omnipresencia, Un buen día caminando por las calles grises y tristes de su ciudad natal, encontró una lámpara. Muy vieja y casi destartalada, por error la frota y he aquí lo que ocurrió: Una nube negra color infierno y un enorme quejido con una única pregunta: ¿qué deseas de mí? La voz del pobre desgraciado fue muy clara “quiero verlo y saberlo todo”. La nube iluminó la calle con su resplandor infernal y desapareció con todo y lámpara. El hombre sintió en ese momento, como un remolino lo golpeaba de frente. En aquel instante pasó toda la gloria, desgracia y lujuria humana por su mente. Fue una impresión dura para él y empezó a gritar cada vez más fuerte hasta que un grupo de policías lo sujetó con firmeza y le impidió seguir escandalizando en vía pública. De inmediato, fue turnado a un psiquiátrico. Encerrado en un cuarto de goma, viviría viendo las imágenes que nunca debió haber visto. Mujeres infieles, asesinos en serie, peleas a capa y espada, amores que desquician a los amantes y los dejan a las puertas de la muerte. Pero también conoció la pureza del alma, los conocimientos eternos, la luz de las esferas matemáticas y físicas y finalmente al verdadero DIOS. Finalmente, el pobre hombre se suicidó mordiéndose las venas de las muñecas y dejando escrito a medianoche un mensaje en las acolchadas paredes. “Nunca reten a los dioses”.

Volumen III

la última parte de este valioso esfuerzo

Cuento 10

Cuento 10 Incidente en la capital En la capital de la República Mexicana ocurren las cosas más insólitas e inhóspitas. La fuerza de la naturaleza está dormida y de repente, el viento despierta, azota y levanta el polvo. He aquí lo que ocurrió: Un abogado cobarde y lujurioso siempre atento a sus vicios, decide intentar segar la vida de un desconocido. El creía tenerlo en sus manos cuando en realidad, ambas vidas estaban en manos de Dios. Nuestro desconocido es un hombre valiente, con palabra, honesto y creyente en Dios, con el don de la palabra y de usarla para el bien. Este encuentro fue decisivo. El peor error que pudo haber cometido el cobarde abogadillo fue revelar su nombre y puesto. Los meses corrían y en el tercer año, se toparon frente a frente. En una lujosa camioneta que se encontraba estacionada a las orillas del Periférico, el abogado fumaba un cigarro y ni siquiera percibió cuando fue levantado. Durante el viaje, el abogado pidió justicia e incluso ofreció dinero a cambio de su vida. Los dos hombres iban tranquilos escuchando lo que decía y riéndose cada vez más fuerte de lo que les hablaba. Llegaron a su destino y adentro, ya amordazado y amarrado a una silla fue interrogado. Las preguntas fueron directas e incluyeron nombre, puesto y ocupaciones. Fue obligado a contestar con lujo de detalle, de lo contrario por cada mentira sufriría un balazo en cada pierna. Insoportable era su dolor, cuando de repente llegó el desconocido. Sus únicas palabras fueron: “Mátenlo y no le den de beber para que sienta los tiros. “ Ya sin mordaza, el abogado clama por su vida y pide perdón. Los dos hombres lo golpean y le obligan a guardar silencio. Con calma, cada uno toma un rifle AK – 47 y descargan toda la carga sobre el cuerpo del ya occiso. Afloja el cuerpo y exhala su último aliento. Los dos hombres envuelven al ya difunto en una gruesa cobija y después de recorrer la enorme ciudad, tiran el bulto en una presa. La prensa siempre ardiente de explicaciones busca explicaciones y primicias en el hecho antes mencionado. Se mencionan extrañas conjeturas y la autoridad policíaca se muestra ineficaz y le da carpetazo al asunto. En el meollo del asunto, los intelectuales charlan entre sí acerca del valor de la vida y de la locura del mundo moderno, donde una fatal indiferencia rodea a conceptos consagrados en el siglo pasado, como el amor, religión y política. Los autores materiales desconfían del vengativo autor intelectual, y conversan con él acerca de sus dudas y temores. Finalmente, nuestro desconocido sonríe y le pide a Dios por el alma de aquel cobarde que intentó infructuosamente segar su vida. Epílogo: La investigación siempre quedó abierta, pero nadie atinó a dar con los asesinos, aunque si yo fuera ustedes, me andaría con cuidado y viviría cada día como el primer y quizás el último de sus vidas...

Cuento 9

Cuento 9 Tijuana 33 A Ella Cuando terminé mis estudios en la capital, comencé a buscar trabajo; sin embargo la recurrente crisis financiera y una voraz competencia me hicieron desistir. Fue así como decidí definitivamente abrirme camino en el norte de la gloriosa República Mexicana. Empaqué mis documentos oficiales y unos cuantos libros. El boleto de avión resultó estar muy económico y así un viernes abandoné la capital. Durante el viaje tomé una siesta y a mi lado estaba sentada una linda mujer con cuerpo de Venus y ojos color azabache. Cuando desperté, estábamos a punto de aterrizar y observé el mar azul extendiéndose por el horizonte. Aterrizamos no sin antes notar la presencia del Cerro Colorado y logramos acabar el viaje sin sobresaltos o turbulencias. Cuando llegué a recoger mis cosas en la banda giratoria del aeropuerto, la autoridad examinó lo que llevaba y me dejó ir. Salí del aeropuerto y tomé un taxi. En el camino, el chofer, un hombre de mediana edad y corpulento me atosigaba con preguntas. Yo sólo dije que era un humilde profesor con amor a la docencia y que buscaba un empleo. Después de pagarle, salí con mis dos maletas y me alojé en un hotel de la Zona Río. El hotel era de cuatro estrellas pero sin duda era un buen lugar. Tranquilo y sin sobresaltos reservé 3 días y 4 noches. Ya el siguiente lunes, tendría mi entrevista de trabajo. Durante el sábado y domingo, salí a comprar víveres y a buscar nuevos libros. Pagaba en pesos y a pesar de tener cientos de tentaciones pasando a mi lado, decidí esperar. Llego el lunes y me presenté en la escuela. Una escuela preparatoria federal llamada Lázaro Cárdenas. La directora me entrevistó y después de una amena charla y una serie de exámenes de habilidades, aceptó mi propuesta de trabajo. Muy contento abandoné el lugar y decidí divertirme. Conocí en el camino de regreso, a una linda mujer que trabajaba como contadora y después de platicar, empezamos a besarnos y acabamos en el hotel. Ella se fue por la mañana, dejándome su número de teléfono celular y sus datos. Le di un beso cálido y me despedí de ella con un fuerte abrazo. Mientras, empecé a investigar donde podría vivir provisionalmente, consulté unos cuantos lugares y renté un departamento sin lujos pero muy cómodo. Mi primer día en la escuela fue tranquilo, me presenté con mis futuros alumnos. Era un grupo amplio de 40 personas, 20 mujeres y 20 hombres. Todos me preguntaban acerca de mi pasado con mucha curiosidad y traté de no mentir. Luego de esto, les presenté el plan de trabajo y el modo en que se evaluaría el curso. Quedaron conformes y después de empezar a explicarles el concepto de función y límite de manera intuitiva, me retiré. Mis alumnos durante el año escolar fueron aprendiendo de sus errores y desarrollaron sus habilidades. En mi caso, las cosas marchaban bien e incluso conocí a una mujer joven, llena de belleza y sin pensarlo mucho nos casamos. La fiesta fue algo carnavalesco, los mariachis no dejaron de tocar toda la noche y finalmente mi esposa y yo nos fuimos de luna de miel a La Perla del Pacífico (Mazatlán). Ya instalados allá, corríamos en la playa, comíamos toda clase de pescados y mariscos, respirábamos un aire lleno de fuerza y espíritu tan claro como el agua y sobre todo nos entendíamos a la perfección en cada encuentro. Todo duró una semana y sería momento de integrarme de nuevo a la escuela. Mis alumnos todavía luchan por comprender el concepto de límite según Cauchy, sin embargo han progresado en otros aspectos como álgebra. Finalmente, descubrí el porqué Tijuana es el lugar más feliz de la tierra.

Cuento 8

Cuento 8 Encuentros Es de mañana en la gris capital. El cielo es de un color azul profundo y el canto del gallo anuncia al lucero del alba. Nuestros personajes se llaman Darío y Griselda. Ambos se encontrarán de la forma más íntima y natural y esa experiencia hará girar sus días. Griselda es una mujer agradable con un buen cuerpo y llena de sentimientos de felicidad. Sus cabellos negros azabache contrastan con la ropa que se pone. Un contraste cálido e insinuante. Por su parte Darío, es joven y apuesto. En ocasiones ve al cielo buscando a Dios pero sólo halla el sonido de la ciudad. Vive la vida sin preocuparse por el futuro y sólo piensa en el presente. Ha luchado con ahínco para dejar el pasado atrás. Un buen día Darío se conecta a la red y por casualidad se encuentra un anuncio que le parece interesante. Lo lee, examina y decide escribirle a la interesada. Ahora es casi medianoche y Griselda lee con detenimiento cada correo electrónico. Hay demasiados y se toma su tiempo. Le llama la atención uno y es él de Daniel contesta su mensaje y se citan en una plaza pública. El día de la cita es casi fin de semana. Cuando se encuentran una chispa meramente sexual se enciende en ambos. Platican de informalidades y pasatiempos y después de un largo silencio, ella lo invita a un hotel. Griselda conduce el automóvil con seguridad y Darío la observa y piensa que con paciencia será un gran encuentro. Llegan a un hotel de mediana calidad y Griselda pide las llaves de su habitación, Darío la sigue con pasos seguros. Ya adentro, se besan y empiezan a desnudarse. Quedan frente a frente y se acuestan. Darío recorre con lengua cada centímetro de piel y hábilmente busca refugio en sus cálidos senos. Griselda está disfrutándolo de verdad y sus piernas empiezan a agitarse. Sopla poco a poco, esperando ser penetrada. Darío entra con sigilo y empieza así la danza de la vida. Ella lo abraza y lo llena de caricias. Así permanecen sesenta minutos y después de alcanzar el clímax descansan. Platican y charlan sobre la experiencia. Darío le da las gracias y Griselda le contesta que estuvo bien pero todavía le falta aprender más. El sonríe y abandona el hotel. Toma el camino de regreso a casa, satisfecho de su hazaña. Ahora piensa que el sexo es un gran laboratorio donde siempre habrá nuevos fenómenos por estudiar. Griselda se acuesta y duerme en la cama del hotel. Ella sueña con el mar y lo maravilloso que sería haberlo hecho todo a lado de la costa. Ahora sus vidas se han separado y Afrodita se sonríe y suelta una carcajada invisible.

Cuento 7

Cuento 7 Cueva (en el interior del gusano) A veces encontramos sorpresas en los rincones más inesperados. Yo encontré una y logré salir vivo. Una sorpresa que me llevó a los rincones más demenciales y que casi me deja en la locura. Todo empezó así: En el punto más oriental de mi pueblo se halla un enorme cerro que es guarida de secretos ancestrales. La fauna que lo habita es de lo más variada: pecaríes, tucanes y serpientes. La selva se extiende por doquier y alrededor se esparce toda la naturaleza. Por las noches, los jaguares bajan y se alimentan de nuestro ganado. Llegan en solitario y furtivamente van destruyendo todo a su paso. En un tiempo los combatíamos, pero parece que por cada jaguar que matamos nacen tres. Esta es una situación insoportable y decidí ponerle fin. En solitario tomé camino por un sendero escarpado, lleno de maleza. En una esquina se encontraban unos loros que en sus cantos jugaban con las notas de mi corazón. Eran cantos largos y pausados. De repente, al notar mi presencia alzaron vuelo y se escaparon. Seguí la vereda y encontré un camino despejado y en el fondo una cueva que era donde se supone buscan cobijo los jaguares. Con calma, tomé mi rifle AK – 47 y con fuerza y determinación entré al lugar. Era un lugar estrecho y lleno de humedad. Las rocas estaban pulidas por tantos años de lluvia. Era un lugar silencioso y sólo pude notar chillidos de tono muy bajo que parecían de murciélagos. Ya adentro de la cueva, pude notar con claridad la visión más demencial que se podía ver. En el fondo de la caverna estaba un séquito de pequeños humanoides de 1.50m de estatura y con vestimenta roja. En una de las esquinas resaltaba la luz de una antorcha y en el centro un enorme gusano, largo y achatado en sus extremos. Tenía garras y miles de vellosidades. Parecía estar furioso y su soplido era lo único que se escuchaba en la cueva. Yo no dije nada y decidí esperar. La caravana de adoradores acabó su ritual y cargaron entre ellos con ese abominable gusano. No tengo palabras para decir lo que ocurrido después. A una seña de uno de sus adoradores, apagaron la antorcha. Así que era solamente yo y el silencio subterráneo y eterno de aquella cueva inmunda. Comprendí así el temor de mis ancestros a las hondonadas y abismos. Con todo y rifle abandoné el lugar sin hacer ruido. Cuando salí, ya era de noche y las estrellas eran pálidos reflejos en la niebla. Decidí no contar el incidente a nadie, excepto al anciano del pueblo. El sonrió, enseñando su casi desdentada mandíbula y me dijo: ¿Qué es lo que sabes, de lo que nunca has visto?

Cuento 6

Cuento 6 Persecución # 681 “La fosa y el abismo son profundos, que Dios nos ayude si caemos en ellos” I Dos hombres de puntos distintos y colineales de la ciudad despiertan. La mañana trae el canto de los pájaros y las marchitas gotas de lluvia que cayeron por la noche. Uno de ellos es abogado de profesión. Siente que el título le otorga poder ilimitado y camina con prestigio por la ciudad. El otro es inquieto y lleno de naturaleza, muy nómada e impulsivo. Nadie lo conoce y es una sombra azul reptante. Tarde o temprano se encontrarán y el choque de bólidos hará añicos ambas vidas. Este es el relato de lo que sucedió en aquel encuentro. II Nuestro abogado es un hombre joven, de treinta años, que cree demasiado en su poder. Su linda y puta esposa lo acompaña y es parte de esa cadena. Aparentar no temer nada y viven alejados del escándalo, pero en el interior de sus corazones la lujuria los devora. Ambos salen de casa rumbo al lujoso despacho sin saber lo que les ocurrirá. Nuestro otro personaje camina sin miedo, es callado y sólo habla cuando se lo piden. Tiene la sangre tan fría como la de una cobra y la fuerza de tres hombres. Las avenidas que atraviesan la metrópoli son intricados laberintos que él conoce a la perfección. Camina con claridad y goza cada instante, ahora ha llegado la hora de matar o morir. III Llega un mensajero a la puerta del despacho. Dentro se encuentra el abogado que no presiente nada, su esposa mueve su redondo culo por la oficina y abre la puerta. La sorpresa le nubla la vista y trata de gritar; el filo del cuchillo cae sobre su garganta. El cuchillo corta y cae sin piedad. Sus forcejeos son inútiles y queda marcada como una res. Ahora, el mensajero se limpia las manos en el baño y sin decir palabra irrumpe en la oficina del abogado. El abogado palidece de sorpresa y cuando trata de sacar su pistola ya es demasiado tarde porque el mensajero le rompe el cuello con las garras y fuerzas propias del jaguar. El abogado se defiende como un perro e incluso trata de disparar. Sin embargo, su respiración es cada vez más difusa y cae inconciente. El mensajero se divierte en su faena y con el cuchillo corta cada pedazo de cuerpo. Atraviesa la ropa y las piernas y muslos son mutilados cientos de veces. Después de acabar el espectáculo, el hombre se lava de nuevo las manos, se peina y se mira al espejo. Nada ha cambiado, solo que ahora se escurrirá como una sombra y regresará por donde vino. IV Cuando la policía llega al lugar no hay huellas claras, sólo marcas de una venganza. La prensa se escandaliza y reclama justicia. Nadie dice ni comenta nada y mientras el mensajero le sonríe a la luna llena que cubre su noche…

Cuento 5

Cuento 5 Noche: la luna (Alegoría) Soy un fanático de la noche. He nacido en ella y a ella volveré. El aire frío entra a mi habitación y me invita a salir y recorrer las calles. Calles vacías con una gran ausencia de tedio cotidiano, los ecos de la noche me llaman y me invitan a su bacanal. La ciudad en la que vivo es el ombligo del mundo. Tan cosmopolita y llena de belleza natural y artificial. El instinto me llama y el sistema hormonal libera las concentraciones apropiadas de químicos. Mi sangre está llena de ellos y ella lo sabe. Ese es su juego, esperar a que me acerque más y me queme con su corazón. Ella aguarda y espera. Sin duda que mi mejor amante es la luna, es mi manto y ella cubre con sus rayos esa inmensa noche. Le interrogo al Creador, el por qué ponerla tan lejos. El nunca respondió y sólo observé una delgada línea de humo correr por el cielo. Es una estela que va alejándose, yo la observo y encuentro a la Nada. Sin embargo, mi gran amor a La Luna, es casi creciente. Sería maravilloso dormir y amanecer con ella a tu lado. Su blanca luz baña el espacio infinito e imagino lo maravilloso que sería tenerla entre mis manos y abrazarla, con una ternura y un amor propio a aquella diosa que hemos olvidado. Los poetas le cantan y los amantes llenos de lujuria son bañados por su luz y así son purificados de todos sus engaños y traiciones. Algún día, mi mujer y yo viajaremos a esa Luna, siempre girante y que aparece y desaparece a ratos. Haremos el amor como dos plantas entrecruzando sus ramas. La noche con sus gritos y rumores callará y la luna brillante nos alumbrará. Será maravilloso, sentir el calor que me conecta con el tren ovárico y el frío estelar que habita en las galaxias. Polvo y más polvo. Soy un hijo de la noche y ella abre sus brazos, su invitación es fuerte y su enigma es propio del último teorema por demostrar. Luna, luna, no te alejes de mí…

Cuento 4

Cuento 4 Sueño azteca Evocación de un descarnado de México – Tenochtitlán Dedicado a aquellos que aman con pasión a México “Madre, ¿por qué lloras a tus hijos?” Despierto y me levanto. El rumor de los dioses de la noche ha pasado al olvido. Tonatiuh asoma sus primeras luces y con esto el orden ancestral regresa a su lugar. Me presentaré, mi nombre es Tochtli y soy un guerrero originario de Aztlán. Mi pueblo vive ordenadamente y el rumor del lago se hace fuerte. Fui educado en las artes de la guerra y aprendí el valor de la batalla así como la lealtad. Vi morir a viejos guerreros que se ofrecieron al Sol para renacer en otro Cielo. Amo luchar y combatir. Pertenezco a la orden de los Caballeros Águila, henchidos de valor y orgullo. Mis armas son un escudo decorado con plumas de quetzal, una lanza de fuerte obsidiana y un lanza dardos. Siempre que vamos de campaña, nos empeñamos en destruir y ofrendar las víctimas a nuestro dios Huitzilopochtli. De nosotros depende que la noche tan negra como Mictlan no caiga sobre la Tierra. La campaña puede durar meses o incluso años. Existen 2 pueblos que nunca hemos podido dominar y que representan un obstáculo para el Huey Tlatoani. Hemos peleado con fuerza y logramos casi someterlos, sin embargo, los dioses se oponen e inclinan la balanza hacia ellos. Derrotados, regresamos aunque cargados de regalos y un poco de tributo. En una de esas incursiones, me pasó algo muy curioso. En una esquina de la ciudad más occidental, noté a una mujer llorar desconsoladamente. Lloraba la muerte de su esposo. Quedé impactado por su belleza. Cabello negro cayéndole sobre los hombros, tez color canela y unos ojos que sólo la noche conoce. Charlé con ella y la consolé. Decidí llevarla conmigo y ella aceptó. Fue una decisión difícil para ella, el dejar su pueblo poblado de garzas y que atraviesan dos lagos. Se despidió de sus familiares y después de anunciar su partida, su padre la besó en la mejilla y le deseó suerte. Ahora vamos en camino rumbo al ombligo del mundo. Atravesamos con lentitud exasperante las montañas y descansamos en el día y vivimos en la noche. Por fin, el día 3 Caña llegamos a nuestro destino. La ciudad majestuosa se abre ante nuestros ojos y los templos ofrecen sus primeros sacrificios. La gente va saliendo de sus casas y nos ofrece honores y respeto. Vamos saludando y por fin llegamos al palacio del Huey Tlatoani. Nuestros generales dialogan con él y llegan a la decisión de dejarnos descansar un período de treinta lunas. Todos aceptamos y abandonamos el sagrado recinto con pasos firmes. Ahora, soy libre de disfrutar una parte de la eternidad con mi mujer. Su nombre es bello, Quetzalli. Llevamos una vida agradable y su presencia es una ola tranquila en el agitado mar de mi corazón. Sin embargo, hay algo que me inquieta. La pesada noche tuve un sueño. Un mal presagio, sin duda. Veía una lucha encarnizada entre guerreros que vestían armadura y portaban cascos hechos de un material nunca visto. Dominaban a mi gente y prácticamente la exterminaban. Lo más inquietante era su aspecto: similar al profetizado en la leyenda de Quetzalcoátl. Altos, ojos color cielo y barbudos. Lleno de angustia e ira despierto. Mi esposa me consuela y me besa, nos acostamos un largo rato y permanecemos entre los dos acurrucados como dos tórtolas. Cuando el momento termina, decido ir y consultar al sacerdote. Camino por las calzadas y encuentro con facilidad el camino. El sacerdote es un personaje singular. Desgreñado y cubierto por costras de sangre, su hedor llega y recorre todo el templo. Platico con él del sueño y sólo acierta a decir que esas son las profecías y no hay manera de ignorarlas o evadirlas. Molesto abandono el templo y camino sin prisa, pensando en una cosa. ¿Qué será de la gloria de México – Tenochtitlán? Charlo del tema con mis compañeros de armas y se burlan de mí. Bueno, si ellos desean ir al Mictlan, es su decisión no la mía. Abandono el cuartel y después de hablar con el general, pido una licencia. Ahora he tomado una decisión: abandonar la metrópoli y llevarme conmigo a Quetzalli. Al parecer, las tierras cálidas del sur están llenas de oportunidades para trabajar. Ahora, nos dedicamos al comercio y vivimos alejados de los dioses de Mexi. Sin embargo, cada noche pienso en que quizás ese sueño, era una visión y tal vez hasta el último de mi raza muera. Mi esperanza es renacer en el Paraíso del Sol, lleno de flores y donde águilas y gavilanes van surcando los cielos. Con esa vegetación abundante y flores tan hermosas como mi esposa. Ahora ella duerme plácidamente y se abraza con fuerza a mí. La noche con su rumor llega y se aproxima e intento soñar y deseo que la voluntad de los dioses acompañe a mi pueblo por siempre…

Cuento 3

Cuento 3 Paseo # 36 Despierto y poco a poco la luz del día va apareciendo. Un Sol rojo al igual que una brasa, se dibuja en el horizonte. Hoy será un gran día, asistiré a mi Universidad y aprenderé algo nuevo, no sé con precisión qué será. Puede ser una fórmula, un teorema, un libro lleno de cuentos de fantasía o quizás un nuevo amor que me aguarda. Me levanto con facilidad de la cama, doy un salto de tigre de Bengala y hábilmente cambio mi vestimenta. Atrás ha quedado la noche y la luna es un reflejo cada vez más lejano. Comienzo con mi rutina de ejercicios. Cada vez la hago más pesada y el sonido que me acompaña, me transporta a otras ciudades tan cosmopolitas como la propia capital. El esfuerzo se hace sentir en todo mi cuerpo. Mis músculos se extienden y contraen en una danza llena de arpegios. Los minutos van corriendo y cuando de plano el esfuerzo me agota, juego con un balón de fútbol en la terraza. Trato de depurar mi técnica en el espacio reducido y hago jugadas llenas de aciertos y errores. Mis mudos testigos son niños que apenas asisten a la secundaria. Mi presencia no los incomoda y al parecer ponen un poco de atención en mis movimientos. Después de un rato, descanso y tomo un baño. El agua pura y cristalina corre por la regadera y baña cada parte de mi cuerpo. Son esos los momentos en los que pienso con más claridad y me hago más consciente del lazo que une al cuerpo y al espíritu. Termino el baño y después de secarme, busco mi ropa. En eso soy muy meticuloso, de acuerdo a la aventura que decido tener es el vestuario que escojo. Un día es una playera de fútbol y en otras ocasiones, me visto con elegancia y hasta con zapatos. Camaleónico y diferente al común denominador, eso siempre me caracteriza. Después de esto, platico con mi madre del día y ajustamos el presupuesto. Me hace con cariño el desayuno y yo como sin preocuparme por la hora. Ajusto todos los detalles con cuidado y es así como salgo a la calle. Mis pasos son seguros y certeros. Camino con tranquilidad por las calles que me han visto crecer. Con esperanza trato de ver a mi querida vecina, pero eso, será otro día, no hoy. Abordo el transporte de pasajeros y ahí está lo mágico del asunto. Ver las calles de mi delegación en movimiento. Gente de todas clases y oficios corriendo por aquí y por allá. Yo voy sin prisa y disfruto el paisaje urbano. He aprendido a pensar con calma y a planear mi día así. En el camino recuerdo libros que he leído, películas que me impactaron y sobre todo a esa mujer que amo. Pienso en las cosas hermosas que bullen en mi mente, poemas y canciones que me gustaría cantarle al oído. Tesoros llenos de oro y monedas azules como el cielo. La palabra clave aquí es esperar, esperar, sí muchacho, aún eres muy joven y todavía te falta camino por andar en el sendero del Amor. Llego con tranquilidad a la estación del Metro y allí tomo el vagón de pasajeros rumbo a mi escuela. Las estaciones van cayendo como fichas de dominó y siempre casi al final, el gusano naranja se frena. El frenesí termina y por fin llego a mi destino. Las lluvias aún empapan con su rocío a la vegetación que habita en mi escuela. Abordo entre empellones el transporte escolar y después de ver caras poco familiares llego a la Facultad. Cuando entro por sus puertas, pasan a mi lado personajes muy singulares. Algunos con saco y corbata, otros tan descuidados como obreros de fábricas capitalistas. Hay también chicas guapas, cuya mirada llena de orgullo, atraviesa el recinto. Avanzo por las escaleras esperando hallar una cara conocida. La encuentro y mi sonrisa de oreja a oreja delata ya mi presencia. Camino lleno de esperanza por los corredores y bajo con fuerza las escaleras. Los pizarrones vomitan anuncios y sólo pongo atención en aquellos que hablan de música o poesía. Música y poesía que son mis fieles compañeras. Voy caminando cada vez más de prisa y sin mucha convicción abordo una clase. Una clase aburrida y tediosa. La vida o al menos su estudio es algo muy árido aquí, supongo que para los demás es igual porque el efecto de la enseñanza es narcótico. Unos duermen la siesta con impunidad, otras piensan en amores rotos y algunos toman notas como si de eso dependiera su vida. Pasa la hora y media con lentitud y por fin soy libre. Decido tomar un alto en el camino y sentarme en la fuente. Una fuente sucia, llena de agua poco clara. En ocasiones muy especiales, la autoridad decide poner orden y organiza su limpieza y purificación. Me encuentro solo, pero a mi lado no falta mi encantador libro de Matemáticas o una antología de cuentos de autores antes célebres. Entro a la biblioteca que está bien abastecida en cuestiones matemáticas y recuerdo que mi enorme multa me impide pedir prestado un libro. Subo un piso con un libro al hombro y descifro con prontitud sus símbolos. Esto me llena de gozo y casi quiero reír al comprender los postulados y teoremas. Una media hora es suficiente. Salgo y paso por una especie de aduana fronteriza. Trato de sonreír y después de abrir y cerrar la mochila salgo del edificio. Las horas caminan como leones enjaulados y regreso al edificio T. Un edificio lleno de laboratorios y voluntad para trabajar, pero sin el material adecuado y una organización similar a la de una tribu de Nueva Guinea. Ya es de tarde y por casualidad, volteo y la observo. Ahora ya tengo el valor de saludarla y verla a los ojos. Mi pena habitual hacia ella desapareció y la trato con respeto. Platico y me extiendo y trato de conocer sus puntos de vista. Ella es linda y una chica muy inteligente y activa. Con ella me siento bien, aceptado y sobre todo no recurro a mis recursos teatrales como la burla o la parodia. Su mirada entra en mí y quisiera saber que piensa en ese momento. Pareciera que crea nuevos universos con su sola mirada. Unos ojos negros que imitan a esas noches sin luna, cuando el canto de los grillos y cigarras cesa y el rumor de los amantes empieza. Después de una amena charla, ella se despide y con cortesía le devuelvo la despedida. La veo caminar con paso seguro y abandona el edificio T con pies tan ligeros como los de Mercurio. Es así como recuerdo que a pesar de vivir casi como salvaje en la jungla de asfalto, algo de civilización brota de mí como una presa a punto de romperse. Yo también abandono el edificio T y tomo un atajo para llegar al Metro. Pienso en mi día y en lo maravilloso que ha sido ese encuentro fugaz. Con tranquilidad abandono la escuela y regreso a casa. Como, platico un poco con mi madre del día y después a estudiar. Dependiendo del día es el tema, a veces es Genética, luego Química o Matemáticas o incluso algo tan vital y lleno de esencia como el Trópico de Cáncer. Leo con profundidad y detenimiento, el sueño se apodera de mí. Y ahora es momento de que mi alma tome otro paseo; un paseo por esas nubes que quedan todavía en esta contaminada capital.

Cuento 2

Cuento 2 Sueño geométrico Papá, soñé algo muy curioso, quieres ¿qué te lo cuente? - Claro siempre te escucharé. - Mira estaba en un gran cuarto rodeado por la clase de gente más curiosa. Parecía que estaban encerrados y veían algo con detenimiento. - Había sillas con formas que me recordaron a las hermanas de mamá y anotaban garabatos sobre una superficie parecida al tío Blas. - Lo más raro de ese sueño, es que discutían largo y tendido sobre nosotros. - Sí, toda nuestra historia familiar estaba escrita ahí. Los trazos no eran definidos y con frecuencia borraban. - Al frente de ese cuarto estaba parado un ser singular. Cabello negro, ojos negros y tez tostada por el Sol además de un cuerpo firme y voluminoso. - Les hablaba con paciencia de nuestra vida. De nuestros lados, ángulos y conocía hasta lo más íntimo de nosotros; nuestras propiedades como la simetría y la forma más secreta de nuestro ser. - Lo más horrible de todo era el modo en que borraba a cada miembro de nuestra familia. Lo hacía con un pedazo de tiza blanco y vertical y agitando la mano. - Sin duda que esto que soñé fue una pesadilla. ¡Imagina un mundo así, donde sólo seamos usados! Papá, acabó de tener un sueño muy vívido. Quieres saber de ¿qué trató? - No me interesa del todo, recuerda que lo que sueñes es únicamente un reflejo de tu alma. - Te lo contaré de todos modos, dijo el joven con firmeza. - Era un mundo extraño y singular. En él las figuras que estudio en la Universidad cobraban vida y dialogaban entre sí. - Tenían familias, convivían y conocían la eternidad. Disfrutaban de su mutua compañía y se veían como iguales. - Sí, te lo dije, eso que tú sueñas es fruto de tu pensamiento en la vigilia. - No dudo de tu palabra, aunque hay algo que no te he dicho. - Puedes decirlo, eso no me hará cambiar de opinión. - Parecía que tenían conciencia de verdad y su única tristeza era ser borrados u olvidados en los anales de la historia. - Conocían la eternidad, aquella que es fugaz, cuando logré despertar agradecí a Dios el poder ser un humano. - Claro, hijo, el vivir como humano es la vida intermedia entre los dioses y las bestias. Somos animales y aun así podemos entender cómo gira el Universo. “Muy curiosos y singulares, eso son los sueños.”

Cuento 1

Cuento 1 Reptil “Mira allá arriba a ese inmenso cielo, son soles ya apagados, sus memorias nos reflejan el alma.” En los inicios de la edad que el hombre conoce como anterior a Cristo, existieron especies que conocieron el vasto espacio estelar antes que el primer mamífero asomara la cabeza. En aquella edad, las galaxias empezaban su loca expansión con un ritmo pausado y constante. Tiempos remotos cuando nubes de gas y polvo eran los primeros laboratorios de alquimia y elementos cada vez más pesados aparecían. El Sistema que ellos conocieron tenía un único sol. Una estrella joven y radiante. Alrededor 8 planetas y 3 planetoides bailaban la danza estelar. Era un Sistema muy caótico, de cuando en cuando, anchos meteoritos liquidaban enormes superficies planetarias. Los cinturones de asteroides eran más voluminosos y constituían un enorme escudo y barrera para su planeta. Ellos escogieron un planeta, el sexto en la lista. Rodeado de prominentes anillos que eran y siguen siendo discos de hielo girante. Las leyes del movimiento gravitacional no eran aún concebidas, pero tenían sabios que con precisión matemática veían más allá. Es importante notar que esta especie tenía un aspecto similar a los reptiles. Homeostasis y funciones elevadas de control celular los caracterizaban. Vivían en los mares y emergían a adquirir alimento en los acantilados. Su piel era seca y escamosa. Los había terrestres y otros reptantes. Su sociedad no era anárquica, elegían un rey en un concurso de resistencia. Y usaban como esclavos a ciertas especies de insectos y aves. Sus construcciones eran inmensas y alojaban a cada uno de sus miembros. No existía la noción de familia y sí de un sentimiento de entidad integrada. Vivían en armonía y construían para su deleite aparatos que medían con exactitud el tiempo y la energía. Creían en el espacio como una región curva y en el tiempo como algo infinito que empezó con la energía y el movimiento. Ideas que tenían guardadas en tablillas con ranuras que celosamente custodiaban en sus bibliotecas. Con el paso de los milenios, hicieron progresos técnicos y eran capaces de alterar la estructura atómica. Esto les permitió integrar totalmente los niveles de organización material. En sus inicios pensaban que la energía y el movimiento perpetuo eran reales, el destrozo causado por unas cuantas máquinas, los convenció de que ese camino era incorrecto. Analizaron y concluyeron que la energía venía en paquetes fijos y que incluso, la masa era una consecuencia natural de esta energía. Sus especialistas eran reputados sabios que ya eran jóvenes cuando los primeros soles se apagaron. Esta raza duró así por milenios, estudiando y hallando las claves de la vida en todo el mapa estelar. Pasaron por sequías, enajenación y estuvieron a punto de destruirse al encontrar la forma más brutal de liberar energía del átomo. Sus climas estaban agitados y cada vez más los ciclos se rompían. Un buen día, decidieron mudarse. El tercer planeta era un buen candidato. Lleno de agua y un poco de tierra. Lo llamaron Terres y lucharon por colonizarlo. Fueron llegando en oleadas y atravesaron el entramado espacio tiempo usando los primigenios agujeros de gusano. Sus primeros experimentos acabaron en la nada y en el vacío de otras estrellas. Lograron con tesón el éxito y llegaron finalmente a Terres. Su primera impresión era el del cielo azul y los océanos corriendo por allí. Las lluvias los confortaban y eran un regalo de ese primigenio cielo. Los colonos eran pocos y siguieron el devenir del tiempo sin hacer caso al cielo. Vivieron como lo que eran, animales y casi toda su civilización se perdió. El paso del tiempo y la presión del medio ambiente, les dio alas y un plumaje. Surcaban los cielos y empezaron a poner huevos. Esos huevos eran devorados y sólo los más fuertes lograron vivir y volar. En este momento, un miembro de la antigua raza decidió guardar todo el conocimiento que aún sobraba y mandarlo en un satélite. El único obstáculo era la curiosa gravedad terrestre, sin embargo, se superó y en un disco de piedra enmarcó las señales y signos de la primigenia civilización. Pronto del cielo cayeron meteoros que barrieron todo rastro de vida, eran meteoros cuya presencia se sabía conocida porque entre esa raza había aún excelentes astrónomos. Decidieron resignarse al destino cataclísmico y recordar el planeta que les dio cobijo. Un planeta con diferentes climas muy cálidos y otros muy fríos, habían vivido y colonizado una región agreste y a pesar de eso sentían la dureza de la naturaleza. Descuidar los cielos fue su error y que error tan grave, la esperanza a pesar de todo vivía. Al final, embarcaron 12 huevos de cada especie diferente. Una nave guiada por computador les dio certeza y seguridad, acabó por despegar y abandonó su lugar. Esa nave contenía las valiosas tablillas que eran su legado cultura. Tan pronto como la nave abandonó el horizonte, los meteoritos cayeron en tropel destruyendo todo a su paso. El clima cambió y de pronto los mares se secaron y desiertos se volvieron fosas marinas. Ahora, ese planeta tendría un nuevo dueño. 66 millones de años después Cuando desperté mi sueño era una visión dantesca. La Tierra se hacía pedazos con meteoritos y una raza parecida a la iguana que tengo por mascota vigilaba el cielo. ¿Un sueño o una visión?- En el trabajo las cosas se mantienen casi intactas. Nos llegan noticias de brutales matanzas en otros lados de la Tierra. Gente muriendo y el mundo hecho un caos. Los dioses de la guerra parecen ser animados por los gobiernos. La gente de mi país urgida por un cambio trata de votar y hacerse notar en el ámbito político. Las fuerzas internas hacen ver que pronto algo ocurrirá, quizás una Revolución. 3 meses después Los sueños continúan y se hacen más vívidos. Veo como los reptiles dominaron la Tierra y como llegaron a vivir en colonias esparcidas en todo el orbe. En sueños he entrado en contacto con uno, su nombre es extraño “Mascus”. Me habla del glorioso pasado y es mi guía para conocer todo el mundo reptil. Despierto y ya es de día. Oigo gente correr por las calles anunciando el derrocamiento del actual Presidente. Son gritos de furia mezclados con sed y auténtica hambre de justicia. Me uno al movimiento y pronto las calles son un caos. El siempre conveniente gobierno extranjero se entromete y trata de obtener una ganancia política. La guerrilla se expande de norte a sur y pronto hay desolación. Luchamos a brazo partido y veo morir a mucha gente conocida o amiga. Las playas están llenas de cadáveres y las calles capitalinas exhalan odio, destrucción y muerte. El asunto dura 12 meses. Se firma un pacto tácito de no agresión y se convocan a elecciones. Elecciones que por fin son limpias y hacen triunfar a la izquierda. Por fin tendrán la capacidad de mostrar su capacidad para gobernar la nación. Mis sueños no son ya tan frecuentes, y recuerdo el último, que es un aviso y una amenaza. Me veo en un planeta selvático y mi guía me conduce por la corriente de un río. Entiendo su lenguaje primitivo y el mensaje es claro: algún día retornarán y reclamarán para si mismos, el planeta que en el pasado les dio cobijo. Eso no me dio miedo, sólo un deseo de no presenciarlo. Un encuentro entre un mamífero como el hombre y una raza de reptiles traerá sin duda el tiro de gracia que la Tierra ha pedido. Una Tierra cansada, agotada y que quiere seguir girando en este Sistema, sin la carga que le representa lo viviente. Ahora es cuestión de esperar, quizás mañana, el mes que viene o en las décadas que se aproximan. Sin duda, que no será un espectáculo agradable.

VOLUMEN II

Y ahora, la segunda parte de este excelente quehacer literario...

Cuento 10

Cuento 10 Antes y después Para Diego Núñez Sabbagh Cuando me levanté aquel día, ninguna sorpresa parecía asomarse por el horizonte. Unos cuantos sueños con una luna blanca y más blanca, una luna galopante que anuncia descanso y olvido. Yo brincaba de un lado a otro ciertas buhardillas y siempre acababa en el mismo lugar. Al final por pura decisión y suerte, me sumergía en un tanque lleno de agua pura y cristalina. El frío me cubría los miembros y me hacía sentir nuevo. Sin duda que mi mujer lo advirtió, porque dio un severo suspiro cuando me acerqué más a ella y la estreché con fuerza. Al levantarnos, las mismas preguntas de siempre y las respuestas tan viejas como el cielo. No había frialdad en ella, pero tampoco se sentía tan cálida como acostumbraba. En el trabajo, las cosas iban un poco mejor. Un nuevo experimento que enseñaría en la preparatoria parecía captar la atención popular. De todos los salones llegaban a amontonarse y a hacer fila para tratar de entrar al salón donde ocurriría todo. Para empezar soy biomatemático y un apasionado de esos mundos cuya percepción es lejana. El experimento consistía en proyectar sobre una capa delgada de cristal una imagen; pero ¡qué imagen! En esa imagen, los espectadores verían al pasado y a la Tierra vibrante cuando el ser apareció. Obvio que este complejo experimento requería de apoyo, apoyo técnico otorgado por un viejo conocido, quien es un físico reputado y lleno de inventiva. El mérito del diseño correspondía a él y en cuanto a los detalles adicionales, esos corrían por mi cuenta. Nuestro aparato era una especie de espejo, muy pulido y lleno de surcos. En los surcos existía presencia vital porque cada esquina guardaba a un espécimen diferente. En un lado bacterias, en el otro virus y por allá un alga y un protozoario. La idea básica era aprovechar la corriente eléctrica de un viejo generador y dejar que la vida hiciese el resto. Es de todo conocido el hecho que las ondas de cualquier objeto vienen y van por el espacio y regresan. Si son polarizadas apropiadamente, podremos ver lo que ocurrió atrás en el tiempo. La idea de usar esas especies era que su grado evolutivo sería un buen eco de aquello que lo precedió. Sin duda que era una idea arriesgada y que nos podía costar el pellejo, a veces es necesario arriesgar para llegar a la verdad. Todo estaba a punto. La microcomputadora, los sensores y el equipo electrónico bien afinados. Nuestro público era de 45 personas entre estudiantes y curiosos. El salón era luminoso y este último factor encerraba todo ya que para los místicos, para el Sol no hay nada oculto. La hora era perfecta, las nueve. Y el experimento comenzó, se encendió el generador y brotaron chispas. Los sensores registraron las leves diferencias de presión y temperatura. El público expectante, los minutos corrían y las esquinas del espejo comenzaban a vibrar. Pasados 15 minutos, el brillo se hizo más intenso y en la pantalla del espejo apareció una imagen. Todos vimos lo que era, una vista aérea de una fértil llanura donde corrían y comían feroces reptiles. A su lado, algunos insectos volaban y atravesaban el cielo. Esas imágenes quedaban registradas en forma de video, lo curioso es que se iban mostrando tal como las capas de un pastel. Por un lado, el nivel marino lleno de peces y tiburones, luego las profundidades abisales, hogar de corales pétreos y muy coloridos. Incluso llegamos a observar una comunidad de hormigas que iban formando su colonia. También los cielos eran diferentes y un azul bermellón dominaba ese paisaje. Fuimos aclamados y casi fuimos sacados en hombros. Todo mundo quería una porción de esa belleza y amablemente compartimos el material obtenido. Ya era mediodía y desconectamos el equipo. Mi amigo amablemente me regaló el equipo y aparatos no sin antes solicitar derechos de patente. Llegamos a un acuerdo y me llevé todo a casa. Mi mujer no mostró interés alguno cuando le hablé del experimento. Su actitud me fastidió y decidí hacer una prueba casera. Al otro día, llevé a casa a una vieja amiga que en su momento representó mucho para mí. Le pedí que se observara en el espejo y ella accedió aunque me preguntó el porqué, yo sólo acerté a decir que era para ver de nuevo la chispa que me hizo enamorarme de ella. Ella sonrió y sólo me dijo “siempre supe que tú eras diferente a cualquier otro”. Reí y después de una larga plática de los tiempos de ayer se despidió. Me quedé solo y puse a funcionar el dispositivo. De repente y como en una obra de teatro, desfilaron y fui testigo de TODA la belleza del mundo humano. Griegas, romanas, turcas, indígenas de ojos negros como la pez, inglesas con el donaire propio de su era, francesas, mulatas de labios gruesos y muslos anchos y mexicanas de costas, desiertos y pueblos ya olvidados de otros tiempos. Era maravilloso y casi estuve a punto de gritar al ver tanta belleza contenida en ese espejo. Me llamaban en sus respectivos idiomas tal como las sirenas llamaron a Ulises. Pude oír su canto y las ciudades en que habitaban, los sonidos que son preludio a eso que siempre será amor y sexo. En aquel momento desee con todo el corazón entrar a uno de esos mundos. A uno sólo. Pero desarrollar la transferencia de masa y energía no era el fuerte de nuestro dispositivo; decidí quedarme y contemplar. De repente, oigo abrir la puerta, era mi dulce esposa, quien al ver lo que observaba con coraje aventó un sartén al espejo. Todo quedó destruido en ese momento. Las canciones desaparecieron y la imagen se fue. Ella huyó y se fue a vivir con su madre. Eso último es algo que agradezco a la infinitud; y en cuanto al dispositivo quedó para nunca más usarse. No cabe duda, los celos de una mujer son más peligrosos que un misil nuclear.

Cuento 9

Cuento 9 La noche que el búfalo murió Me llamo Otzi y soy cazador. Pertenezco a la vieja raza Sapiens que domina estas planicies en donde estoy parado. Del pasado sólo nos quedan leyendas que un viejo brujo menciona: casas tan grandes como montañas, aves hechas de hierro y sobre todo los recuerdos de una vida ajetreada y sin chispa. Todo eso quedó destruido en el mito por una luz encendida que barrió la faz de la Tierra y envenenó a todo el planeta. En nuestras crónicas, ese hecho ocurrió hace milenios. Ahora sólo somos retratos mudos de aquellos recuerdos. Toda la sabiduría de aquel tiempo quedó encerrada en aparatos de forma cuadrada, con un alfabeto primitivo que no comprendemos en su totalidad. Mientras tanto, mis compañeros de tribu y yo decidimos salir a cazar. Será una caza fatigosa y bastante extenuante. El búfalo cuerno dorado es una maravilla. Ancho, amplio de espaldas y caderas, una bestia cobriza con unos cuernos enormes. Sabemos del peligro que representa atacar a esa manada y morir con las costillas aplastadas. Aparte, las jaurías de chacales suelen aproximarse en demasía a nuestras presas. Decidimos salir al amanecer y encargar el campamento a nuestras afanosas mujeres. Ellas cuidan a los chicos, recolectan frutos y sobre todo ESPERAN. Es difícil vivir así, porque en cada cacería, tu mujer puede recibir la noticia de que has muerto. Esto endurece sus corazones y cuando llegan a haber pérdidas, tratan de olvidarlo y soportar el duelo. Qué espectáculo es ver a aquellas, cuyos maridos retornaron, los cubren de besos y sus manos recorren sus cuerpos para cerciorarse que no son malos espíritus. Mi mujer es hermosa, cabello negro, largo y unos ojos tan verdes como el jade. Su mirada me envuelve y me tranquiliza, ella cura las heridas que dejó la batalla y sobre todo me acaricia con sus delicadas manos. Siempre que regreso de cada cacería, ella me espera y decidimos dar un paseo nocturno por los alrededores. El lugar donde vivimos es un amplio valle, con vegetación en forma de pastizal. Cosa rara, existen ríos subterráneos donde creemos habitan los dioses de la noche. Cuando los pájaros dejan de cantar, se puede escuchar el rumor del agua correr, y una especie de murmullo sordo acompañado de aleteos. Hay gente que ha visto a esos dioses, tienen cara achatada y de color gris, chillan en demasía y aunque están llenos de pelo pueden volar. Los tratamos con respeto y les ofrecemos frutas, eso parece gustarles y después de su banquete nocturno, aletean y se sumergen en las profundidades planetarias. A pesar de todo, en mi raza no existe la superstición, sabemos que la Naturaleza lo es todo y todo lo que forma parte de ella es indispensable. El equilibrio y el caos los reemplazamos por algo llamado talpía. Un concepto que une a ambos y los integra tal como un diamante de varias caras. Nuestras leyes son básicas y nunca usamos la fuerza, el único castigo es el aislamiento. Si alguien roba o asesina a otro, no es juzgado, sólo lo abandonamos a su suerte en un remoto punto de la llanura. Lo básico para mi pueblo es la vida y eso es un misterio que ningún milenio ha descubierto. Si cazamos a esa bestia hermosa que es el búfalo es porque necesitamos su carne y su piel para confeccionar ropa y utensilios. Sólo atacamos a animales escogidos y nunca nos excedemos en la matanza. La cacería de mañana será un misterio y el aire de la luna es muy singular. Así pues, salimos diez hombres a hacerles frente a cuarenta bestias. La manada siempre al medio día toma agua en las márgenes del río. El plan es sencillo: matar a cuatro y transportar los restos en una vieja máquina que enciende al meterle una llave. Es un vehículo amplio y que lleva asientos y atrás un compartimiento. Lo robamos de una tribu cercana que por descuido lo abandonó a su suerte. Empezamos a caminar con mucho cuidado, tentamos el terreno y vemos a la manada. A un grito del líder nos abalanzamos y con arcos y lanzas de dura obsidiana hacemos mella en tres búfalos. Uno está rabioso y echa espuma por la boca, logra aplastar a tres compañeros y de un flechazo bien dado por fin cae. Los heridos agonizan y desfallecen. Los siete restantes cargamos el festín y después de echar todo al vehículo partimos. Después de todo esto, vemos un aparato singular en el cielo, una especie de centella que recorre el firmamento. La centella se acerca y bajan hombres con traje y casco. Son dos y sorprendentemente dicen venir del cielo. Los escuchamos hablar con expectación de las maravillas de un régimen nuevo para nosotros llamado tecnocracia. Tratan de mostrar bondad y al verlos así de solos, decidimos que nos acompañen al campamento. Una vez ahí, siguen charlando y mostrando ciertos aparatos nos hacen ver que nuestra vida vale poco. El líder de nuestra tribu es seducido por los extranjeros y pronto somos esclavizados y aprendemos técnicas y oficios. Aprendimos a templar el hierro y a construir máquinas. Fue una labor dura y que no gustó a nadie. Mi esposa y yo nos encontrábamos inquietos y así un día con el pretexto de ir a recolectar piedras de hierro escapamos. Ella tenía miedo, pero la estreché entre mis brazos, le susurré algo al oído y partimos. Para escapar atravesamos por esos ríos subterráneos y poco a poco, fuimos sintiendo el agua cubrir nuestros cuerpos. En un momento, nos abrazamos y el batir del río nos llevó a la salida. Ahora un paisaje diferente se abría ante nuestros ojos, un océano lleno de vida y azul como un cristal. Vimos nuestro reflejo en ese plácido mar y acampamos en la playa. La vida fue difícil al principio, comimos peces y otros animales con la concha dura. Nos adaptamos y ahora espero no saber nada de esa aldea que dejé y contaminó algo llamado tecnocracia. Ella está conmigo y mientras esa playa inmensa sea nuestro refugio, podremos ver salir el Sol y verlo ocultarse hasta la próxima eternidad. “Técnicas y más técnicas, todavía más tecnología y el viejo corazón del hombre siempre estará latiendo igual”.

Cuento 8

Cuento 8 Fungi Hoy comienzo con mi primera clase de Hongos en la Universidad. Una materia interesante y que representará un reto. La profesora es una treintañera, cabello largo y negro, con marcas de belleza por todas partes y llena de experiencia. Mis compañeros son tan entusiastas como una colmena sin abeja reina. El tedio se apodera de la concurrencia y ni siquiera las vívidas imágenes de hongos parasitando a otros organismos, logran despertar interés. Yo observo las imágenes y me imagino que en el mundo viviente, las leyes así están escritas. Y un organismo tiene que sobrevivir a expensas de otro. La profesora habla de su morfología y de su taxonomía. Términos que explican poco, aclaran menos e implican nada. Espero con ansiedad, la visita de campo. Será a un lugar inhóspito y perdido en algún estado rico en vida vegetal y animal. Cuando llega el día pactado, todos suben sus cosas: equipo de laboratorio, ropa y unas cuantas botellas de cebada fermentada con levadura. Sí, se nota que desean estudiar los hongos más profundamente. Comital. Si ese es el nombre que recibe nuestra población que visitaremos. Los lugareños son reservados y hasta hoscos. Nuestro guía es un joven indígena que narra los inicios del pueblo y como la maldita urbanización acabó con todo. Después de un recorrido turístico, la profesora decide convivir más de cerca con el guía y nos deja sin supervisión. El grupo integrado por 9 personas, entre ellas 4 mujeres y 5 hombres decide apartarse. Uno decide ir al pueblo y emborracharse en una sucia cantina. Los otros preferimos dar un paseo por los alrededores. Lo primero que notamos es la poca presencia de animales, casi no hay ardillas, ni topos y mucho menos una juguetona nutria. Todos seguimos una vereda casi oculta que el viento despejó. Caminamos con cuidado porque no queremos caer en el fango o astillarnos una pierna. El más irreflexivo del grupo recuerda que su mochila está atascada de latas de cerveza. Latas y más latas corren en medio de la multitud, un compañero y yo decidimos no probar gota. El camino que seguimos está lleno de obstáculos y por fin damos con algo interesante: un río. Un río salvaje y lleno de musgos y líquenes. Vadeamos la orilla y a continuación notamos lo más extraño que pudimos haber visto. Un hombre joven alimentando a un hongo de metro y medio con insectos y otras alimañas. El hongo era rojizo con manchas oscuras y lleno de vesículas por las que entraba el alimento. Esto no era todo, veinte hombres más repetían ese espectáculo. Una compañera llamada Tanzania quiso gritar pero la mano de su novio, Albertuzco, evitó que nos descubrieran. Lo bueno de todo era el hecho de estar ocultos tras unas piedras. De inmediato decidimos huir y correr por nuestras vidas. Nuestros pasos se perdían en la espesura y a veces caímos. No cejamos en nuestro empeño y dimos de nuevo con el camino al campamento. Al llegar notamos que nuestra profesora y el joven guía lucían hasta más jóvenes y lozanos. Nadie bromeó sobre esto, y lo más raro de todo fue lo que aconteció en la noche al partir. Nuestro compañero, hijo de cantina, regresó e iba cargando una curiosa botella que llevaba una etiqueta grabada. En ella se veía el dibujo del hongo que habíamos visto alimentar. Todo mundo supuso la conexión y preferimos no decir nada. Pero desde aquel día nadie del grupo 5033 ha probado una cerveza o algún otro fermento hecho con levadura. ¡OH sorpresas! ¿Cómo saber si son agradables o son puro veneno?

Cuento 7

Cuento 7 En el desierto El calor es insoportable aquí, el viento te golpea con su furia. Los animales mueren uno tras de otro, lo poco que han comido en vida se ha convertido en un bolo inmundo. Voy caminando, a lo largo de una estrecha calle polvorienta y de trazo indefinido. Durante el día me pierdo en el rumor de la gente, murmullos por aquí y por allá y luego el silencio eterno, etéreo. Las casas estás ordenadas una tras de otra; bloques de piedra apilados sin amor. Sus colores grises y pálidos son viejos espejos que todavía se usan, a pesar de no reflejar nada, sólo son huecos externos en el agujero de la noche. Los días aquí son iguales y no hay manera de que esto cambie. Una inmensa embarcación es mi refugio mental, en un mar quieto, profundo y lleno de fauna. Ahí se zambulle un delfín o una elegante orca, cientos de peces danzan hacia al infinito. Las olas se agolpan en un punto en donde se concentra toda la lontananza del mundo. Sin duda que conozco a cientos de personas por sus señas particulares, rostros y cuerpos idénticos como hechos en serie. Vidas que atraviesan un loco frenesí similar al carnaval de Río, pero sin lo festivo. Algunas personas resaltan y quizás porque piensan con profundidad, sufren por ello y la marca de la batalla está retratada en sus rostros antes pétreos y de cera. Ahora cuando la gran idea había tomado cuerpo, se convirtió en una especie de Evangelio para mí. No espero nada y estoy en vuelo como un ave surcando el azul firmamento. Vivir como un salvaje, gozando la naturaleza sin esa impronta de maldad pasajera de la civilización moderna. Gea agoniza y un día nos escupirá y retornaremos a la matriz del tiempo. Miserables que agotan las estrellas aún antes de que sean saboreadas. Su sabor es agridulce. Lo agrio es saber que nunca veremos toda la luz que expulsan. Esas estrellas pueden ser vistas con claridad desde el desierto. Las Híadas, son mudos testigos de la poca vida que recorre este lugar. Su luz va y me recuerda a los bloques de luz y oscuridad que son tan frecuentes en esta ciudad. Doy un último recorrido. El cadáver de un buey se encuentra a mi paso, lejos está el calor y por un momento me sumerjo en las blancas arenas, esas arenas que devoran todo hasta el Tiempo y en las que sumerjo poco a poco mis cansados miembros…

Cuento 6

Cuento 6 Caminata “Existe belleza y mucha, casi toda escondida y somos afortunados de ver una cuanta.” La tarde ha llegado por completo, la luz del día va cayendo y una brisa nostálgica cubre el cielo. El cielo azul asoma unos tintes color naranja. Yo estoy sentado y escucho una canción entonada por un saxofón. Un saxofón que invade y alimenta con sus delicadas notas el corazón. La tonada va y viene, y el mensaje de esa canción es el mismo: estar obsesionado por alguien no implica estar enamorado de esa persona. Esa idea nueva para mi me abre un nuevo horizonte. De hecho es la mejor idea que pude haber aprehendido. Una idea amplia, mayor y más profunda que cualquier ecuación diferencial o ácido nucleico. Ahora soy libre y salí de una prisión en la que nunca estuve. Tengo el valor de mirarla a la cara, a esos ojos negros y no inmutarme. Comprendo que mi pasión estaba mal enfocada y era un espejismo en la bruma. Ya puedo caminar ahora y recorrer con impunidad y sin hipocresía, alguna de las calles desiertas de la ciudad. Conocer el centro de esta ciudad si quiero, perderme en medio de sus callejones, atravesar los sótanos e incluso escabullirme con una mujerzuela. Las gotas de lluvia que habían lavado mi corazón lo han dejado como nuevo. Una ilusión diferente camina también en esas inmensas calles. Loa cruces que hay entre cada avenida, y los parques, refugios de vida silvestre, son arcos abiertos y muy espaciosos. Por cierto, caminar por la ciudad sin ese enorme equipaje que representa el amor no correspondido es un alivio total. Reiré más que antes, comeré más y me regocijaré de tener dos pulmones sanos con los que puedo cantar. Una canción muy desafinada, cubierta de un olor azul pálido pero auténtica. Sí, soy de nuevo libre. Caminaré y seguiré esos pasos que van formando ese áspero sendero llamado vida. A lo lejos veo un nuevo ferrocarril que sin dudar abordaré…

Cuento 5

Cuento 5 En la ciudad Peste “En las acequias, en las avenidas corren noticias y muerte y vida van bailando lentamente” Me encontraba perdido en la oscuridad, esa noche que te toma y te extiende. Mi ciudad se hallaba perdida en las brumas de un nuevo día. Los días la recorren y los cambios en el ambiente sólo existen en el corazón. Camino por las calles consciente de que soy un punto oscilante en ese espinazo estelar, ese manto cubre toda la superficie y no deja huecos ni sombras. Alrededor va cayendo una lluvia cada vez más fuerte, deseo correr y abrazarla y que el rocío entre a mi alma. La lluvia llega y fortifica todo lo que se encuentra en su recorrido, esas gotas llenas de humedad densa le dan un giro repentino a todo. El olor es asfixiante y es regresar a esa agua primigenia que engendró todo. La lluvia cae más y más lenta, se desperdicia y apaga las débiles luces que mortecinas van desapareciendo. Los árboles y hierbas con sus almas interiores se alimentan y conectan con la Madre Tierra. El ruido forma una melodía eterna que me hace pensar en aquello que habitó mi cuerpo hace tanto tiempo y que ahora se ha ido. El ruido es largo y pausado y me recuerda sus ojos negros y esa mirada tan expresiva que tantas veces deseé se posara sobre mi cansado cuerpo. Las noticias llegan a esta ciudad. La urbe está contaminada e infectada por un nuevo virus. Su origen es dudoso y me atrevería a decir que sólo es una broma de la genética. Mi opinión no cuenta, sobre todo porque el ineficaz gobierno que administra mi Patria decide dando palos de ciego. Queda esperar a que la epidemia no se expanda o haga mella en los seres queridos. Esto me hace recordarla, sobre todo en los momentos de silencio que anticipan a la noche. Quisiera saber más ella, preguntarle sobre su vida y sobre todo disfrutar de compañía. Pero esas son sólo quimeras, muy agradables y delicadas al tacto aunque irreales. En realidad, al pensar en ella también recorren mi mente otros recuerdos y voces. Voces aisladas que están ahí y que reaparecen en momentos del día. Esas voces me hablan de hazañas perdidas en el tiempo o de derrotas que yo desconocía tener. Sus murmullos escasos que reflejan a mi alma, como las imágenes que forma un espejo casi roto. Al regresar de esta digresión, veo al oscuro y flamante Presidente de la República hablar de aspectos coligados a la epidemia. Un discurso oficial y vacío muy carente de originalidad. Parece que el guión fue tomado de una película americana de los cincuenta titulada “Los Monstruos Que Llegaron Del Espacio”. Suena hilarante y hasta esa película tiene más sentido que ese discurso. Las noticias que van llegando del mundo exterior carecen de sentido o de originalidad. Toda una serie de engaños y trucos salen a flote. La gente piensa en complots, devaluaciones o juegos de poder. La realidad golpea al igual que un delicado guante y lo único cierto es el enorme descuido por nuestra Naturaleza. Asesinos ocultos van por ahí destruyendo la intimidad natural. Los bosques lloran y los sauces y hierbas preferirían nacer de nuevo en un planeta tan alejado de aquí como Urano. Momentos que van y vienen, el cielo cubre mi mente y cada nube que camina el espacio me hace absorber el olvido que tanto he anhelado. ¡Sí, estamos sentados y dormimos en la ciudad Peste y allí se vive y sobre todo se muere! Amanece un nuevo día y con él una nueva esperanza. Esperanza vital en una ciudad que requiere de una resurrección. El alma y la materia han hecho el pacto tácito de ir juntos por la eternidad. La luz del Sol va filtrándose y esos rayos atraviesan todo. No hay nada oculto para el Sol y su enorme rostro ilumina a cualquier corazón que camine sobre su manto. Si existiera alguien a quien llamar Dios probablemente el Sol tendría mi voto. Es una figura mítica que dio y dará vida a todo aquello que tenga un poco de células o proteínas. Estos términos me recuerdan el arcano lenguaje que emplean los biólogos para tratar de comprender la vida. Términos que aclaran poco y arrojan una sombra de duda más grande que cualquier elección popular. ¿Qué es la vida? Esa pregunta la contestaría una piedra o un río con gusto si estuviéramos dispuestos a escuchar. Escuchar, sí escuchar, con el corazón y el alma bien dispuestos. La respuesta sentaría a más de uno. Los descubrimientos se detendrían y advertiríamos que el Universo es más enorme de lo que creyó alguna vez el hombre y que impreso en esas estrellas y galaxias se encuentra esa respuesta. En lo personal, no necesito que un sabio con bata blanca me diga qué es la vida. Yo sólo quiero salir, caminar e interrogar a esa estrella perdida y que en su momento encerró esa respuesta, junto a otras estrellas que le han hecho compañía. Porque en el Universo no existe la soledad y cuando te sientes tan solo, como si vivieras en una isla remota estilo Fiji debes de saber que la música eterna de las esferas etéreas estará siempre contigo. Son melodías de cualquier clase y género y hasta de géneros que el hombre nunca inventó. Las notas que se escuchan van creando un espacio y siempre llevan luz. Esas notas nutren a las plantas y nosotros sin compasión destruimos esa música, creando avenidas, rascacielos y demás linduras de concreto. El concreto ahoga y desafortunadamente el hábitat natural de mi ciudad ha muerto. Hubo un tiempo cuando un gran lago se extendía y aves, peces e incluso águilas y serpientes vivían con tranquilidad. Claro que existía lo silvestre, un vehículo pesado y amplio totalmente lleno de naturaleza. Los años han ido despoblando esa corteza vegetal y animal y ahora tenemos que conformarnos con gusanos naranjas que atraviesan esta ciudad de norte a sur y de poniente a oriente. Vivir en esta ciudad es algo completamente vital; el aire gracias a esta epidemia y de forma irónica se siente más despejado. Una corriente clara y muy agradable entra por mi habitación. Es una corriente que me recuerda los tiempos de ayer, unos tiempos muy agradables, cuando no jugaba con las flores rojas y blancas que son muy hermosas pero llevan grabadas espinas. Espinas muy largas y que han entrado y salido cientos de veces de mi alma y corazón. Es un juego mortal que me ha dejado heridas vivas, que otras rosas se han encargado de abrir o cerrar más. Mis cuitas y desventuras podrían no serlo si aceptara el hombre que ese juego es eterno y que atravesando ese risco, se encuentra una puerta gris y hasta un poco oxidada, tan vieja como el Tiempo que tiene una inscripción que dice escuetamente “SEXO”. Sí, atravesando esa Puerta se encuentra ese mundo que lo es todo y es a la vez nada. En ese mundo la serpiente del infinito se muerde la cola cientos de veces. Por esa Puerta han atravesado toda clase de personas: asesinos, locos, maniáticos, enamorados, indiferentes, sacerdotes, músicos, ingenieros, físicos, economistas, contadores, abogados, literatos y hasta médicos. No hay restricciones y llegar ahí y permanecer es un pase que todos desearían fuese un poco más largo. El placer no puede ser tan largo porque hermanado a él está algo llamado Muerte. Un río amargo y lleno de aguas profundas va atravesando este jardín. Nadie ha entrado y ha vuelto a salir de él y sólo los enamorados podrían tener la fuerza para atravesarlo sin temor a ahogarse. En ese jardín no hay ningún tipo de cadena. Todos corren, juegan y se divierten. Es un laboratorio en donde todo lo subatómico, atómico, molecular y macroscópico adquiere sentido. Las ecuaciones de los sabios cobran valor y no existen ya las singularidades. Yo he entrado una vez a ese Jardín y fue una experiencia placentera, apenas recorrí sus senderos y comí algunos de sus frutos. Mi esperanza azul violeta es recorrer ese Jardín de la mano de la mujer a quien ame y que me ame. Sé que no será fácil encontrarla y mucho menos hallarla en la infinitud de la ciudad. El reto existe y mientras la sangre recorra mis venas y arterias y el movimiento siga en mí, esperaré por ella. Eso y todo lo que ocurra después harán que la ciudad Peste adquiera un poco de calor, esa clase de calor que de cuando en cuando surge al unirse mar y cielo en el atardecer. “La peste se va, disminuye y quizás desaparezca. ¿Fue sólo un engaño o un mal sueño de un Presidente?”.

Cuento 4

Cuento 4 Sueño # 36 De nuevo me he convertido en ese imaginario que recorre la bruma eterna. Es en esa bruma, en donde habitan los sueños que existen, un material confuso que adquiere identidad y vida sólo ahí. En ese territorio nuevo, el aire recorre y vuelve a recorrer los campos inundados de flores y árboles. El rocío de cada lluvia llena a la plácida hierba y el grillo y la cigarra cantan eternamente. Cuando entré a este reino inundado de verdor, el reposo había adormecido mis cansados miembros y mi cabeza dormía apoyada con tranquilidad. Desperté y de inmediato noté un gran movimiento. Cientos de personas caminaban y volvían a caminar por amplios corredores de una calle que lucía con anterioridad desierta. Gente de todos los rincones de la ciudad vagaban por aquí y por allá. Su belleza y fealdad parecían extraídas de un cuadro impresionista. Sus rostros otrora jóvenes lucían demacrados y con las marcas de un inclemente Sol. Una suave brisa soplaba y me aventaba y el polvo se deshacía como por arte de magia. Pronto me encontré caminando en medio de esa multitud, una multitud que desaparecía y reaparecía, lentamente, mis pasos me llevaron hacia ella. Ella caminaba con ese aire grácil del pavo real, moviendo con ritmo cada átomo de su cuerpo. Yo me quedé callado y la contemplé, sin decir palabra. Su cabello rojo como una onda solar adornaba su cabeza con un aire de dicha y su caminar era hipnosis pura. Yo me quedé callado, y no tuve palabras que decirle. Sólo pude ver como seguía su camino hasta perderse en esa multitud. Alguien notó mi expresión en mi rostro, una señora de mediana edad, que sólo pudo decirme, que ella siempre caminaba por esa región del espacio y que nadie sabía adonde iba. Yo asentí y con mucho dolor desperté, a esa realidad que subyace y que subyuga a los sentidos del ser humano, una realidad inmensa, llena de placer y dolor, con porciones iguales que van corriendo por toda la eternidad. No quería perder ese sentimiento, y que este me abandonara como la noche precede al día, sin embargo, volverla a ver era eso un sueño, un sueño perdido en esas brumas y en esas nubes. Así con todos estos pensamientos decidí intentar, quizás en mi destino estuviese grabado que la volvería a ver. Dormí y todo el vacío de la noche y las incesantes estrellas me cubrió, así fue como desperté de nuevo y me encontré en otra calle. Una calle diferente a la anterior, con aceras bien marcadas, y el pasto atravesándolas. Los pájaros cantaban y el Sol bailaba con calma. Su danza era observada y mi corazón aplaudía en el fondo, la felicidad brotaba en el interior de mi alma aunque ella no estuviese cerca. De repente, la vi, y mi corazón empezó a danzar, vestía una camisa blanca y una larga falda ceñía su cuerpo. Se acercó a mí, y murmuró su nombre, un nombre que quedó en mi memoria y que al despertar desapareció. Los momentos que pasé a su lado son eternos, y mi alma los grabó como fuego. Caminamos lentamente por las avenidas tomados de la mano, y ella me abrazaba cada vez con más fuerza. Yo sólo esperaba caminar más y besarla, pero repentinamente, la escena desaparecía. La vigilia llegaba de manera traicionera y los rayos del Sol, caían sobre mi cabeza. Los pájaros salían de sus nidos, y comenzaban a entonar sus raras melodías. El rocío en las flores, brotaba como vapor. Ante esto, no pude menos que sentirme desesperado, alcanzar al objeto de mi afecto en sueños, no era mi idea de amor. Pero que se puede esperar, cuando la indiferencia habita en los corazones y el sueño mortal se presenta. De nuevo caí en los brazos de la noche. En esta ocasión, me encontraba en una calle similar a la mía, sólo que parecía un adelanto de un futuro muy lejano. Planchas y edificios de concreto surgían del pavimento, casas que en un tiempo existieron, habían cedido su lugar a estas moles. Yo no dije nada ante este espectáculo y cuando pregunté a alguien que había pasado, sólo hallé una fría respuesta. Parecía que los recuerdos de los tiempos de ayer eran eso, y nada más. En vano la busqué, buscarla en ese espacio sin luz y sin amor, era un equivalente a hallar una aguja en un pajar. No pude decir nada, excepto que su recuerdo era una herida abierta en medio de toda esa tecnología. Desperté de ese inmenso vacío, y después de haber arreglado algunos asuntos, me levanté. Cosa rara en mi, decidí dar un paseo, un paseo por esas amplias calles que rodean mi casa. El paseo no prometía mucho y en realidad, era un pretexto para dejar de pensar en ella. En un momento, me perdí en el camino y no encontraba el sendero de regreso, acerté a preguntar y de repente quedé en silencio, era ella y se aproximaba muy lentamente, no dijo nada, pero me miró de una manera insinuante y hasta sospechosa. Desde ese día, no la he vuelto a ver, ni en mis sueños ni en la realidad.

Cuento 3

Cuento 3 “Escuela Sabatina” Hay muchos lugares tan comunes, y a la vez tan conocidos, que despiertan en el ciudadano común una sensación de familiaridad y no de extrañeza. El lugar del que voy a hablar, era una escuela, una escuela vieja, orgullo de su país de origen. Construida sobre las faldas de un volcán extinto, testimonio de un tiempo viejo, ya antiguo en la memoria del hombre. Sus salones eran espaciosos, viejos y llenos de tiza. Los pizarrones guardaban las señales de la batalla y encerraban sabiduría. Nuestros personajes eran un grupo bastante heterogéneo de aspirantes a biomistas, sí esos que juegan y descifran la vida. El primero de ellos, era Huleises, un aspirante a músico y dibujante, que siempre hacía gala de sátira y humor negro. Era acompañado por El Santi, un amoral sátiro, lleno de inteligencia y palabras por decir. Por último, Omeprexil, un relajado y amistoso compañero de juergas. Nuestros personajes asistían a esta escuela el sexto día de la semana, y eran sin duda sus días más aburridos, ya que mientras sus compañeros disfrutaban el ocio y las diversiones de la ciudad, ellos tenían que estudiar el interior celular, la magia de los números y la química animal. Sin embargo, la vida está llena de sorpresas y una de éstas, era el nuevo profesor de Alquimia Animal. Era un sujeto de tez oscura, marcada por el Sol, cabello oscuro, lentes y con un bastón. Cargaba un collar hecho con colmillo de víbora y vestía informalmente. Sus clases eran entretenidas y todos los alumnos aprendían, la diversión era frecuente y habitaba en los corazones de todos los asistentes. Sin embargo, había momentos en que una atmósfera enrarecida llenaba el ambiente, el aire se hacía más pesado y nuestro profesor cobraba tintes oscuros. Hablaba largo y tendido, sobre la maldad humana y los diferentes modos de morir. Charlaba del tema, detallando prácticas y formas de desaparecer personas sin ser molestado. El grupo escuchaba con mucha atención, pero luego perdía el interés. A pesar de esto, el grupo de compañeros antes citado, se quedaba después de clase e interrogaba al profesor. Esta actitud parecía llenar de entusiasmo al profesor Severo. Les hablaba con reverencia de sus métodos y de lo que se tenía que hacer para despistar a la policía y borrar el rastro del crimen. Hablaba de cada crimen con un aire sacro y podría afirmarse que los trataba como si fuese un arte. Un arte mortífero, lleno de veneno que inspiraba temor y a la vez curiosidad. Mencionaba Severo, los detalles relativos a las huellas dactilares, el cómo manejar un cuerpo y no dejar rastro. También exhortaba sus discípulos a comportarse de manera educada y siempre con cortesía para no despertar sospechas. Sus discípulos aprendían cada paso con naturalidad y mostraban progresos importantes. Su primer proyecto era liquidar a una physiscista, un anciano sujeto con lentes y chamarra oscura. Todos lo conocían como el Sr. Cross, una especie de desquiciado que de cuando en cuando, organizaba manifestaciones a favor y en contra del sistema. Decidieron esperar a que saliera y tomara una senda llena de maleza. Según su plan, habría dos que vigilarían y otro que lo ahorcaría. Manos a la obra dijeron nuestros personajes y mientras Omeprexil y Huleises vigilaban, el Santi se acercaba cada vez más al Sr. Cross, éste no advirtió su presencia hasta que fue demasiado tarde. Las manos cubiertas con guantes se cerraron en torno a su cuello y lentamente apretaron y volvieron a apretar hasta quitar el último vestigio de vida. Para despistar a la autoridad decidieron darle de beber una especie de tónico color violeta que bien podría pasar como veneno, abandonaron el lugar y con tranquilidad se dirigieron a sus casas. El lunes siguiente, todos hablaban del crimen y del misterioso líquido. Como no era alguien tan importante para la escuela, sólo decidieron hacer una investigación superficial y así el rastro de nuestros nuevos aspirantes a asesinos quedaba borrado. El tiempo transcurría y ahora, la siguiente meta era el profesor Severo. Un día lleno de nubes y con el viento barriendo sin clemencia los pastos, el profesor decidió rentar una bicicleta y salir a pasear. Esos paseos eran lo más recreativo y cuerdo que hacía el profesor. El disfrutaba viendo el paisaje y sobre todo el drama de la vida ejemplificado por los pajarillos y coloreadas ardillas. El profesor avanzaba y con él su bicicleta, y se convertía en una extensión de su cuerpo. Su velocidad iba y venía, creciendo como el recorrido de una araña en su telaraña o el de una abeja en su panal. Mientras admiraba estas bellezas y riquezas del paisaje, no advirtió el saludo de Huleises. Cuando lo vio, su primera impresión fue perplejidad y sorpresa. Empezaron a charlar y el viejo Severo replicó a sus futuros victimarios acerca de su destino. Les habló de los horrores que habitan en las cárceles y del infierno que representa la pérdida de la libertad. Ellos le replicaron que nunca serían atrapados y que sin duda, nadie preguntaría por él. Aparte de eso, el siguiente semestre habría cátedras de auxiliar escolar y nadie sospecharía de ellos. Tomarían su lugar y ahora uno se convertiría en el nuevo profesor Severo. Unos cuantos cambios en el corte de cabello y vestimenta y asunto arreglado. Después de oír esto, Severo enmudeció y no se percató cuando un brillo metálico caía sobre su cabeza. Un sordo grito ahuyentó a las palomas, y de repente, Severo exhaló su último suspiro. Nuestro grupo abandonó el lugar y sin chistar, continuaron su vida, uno de ellos tomó el lugar de Severo y prosiguió con su rara labor educativa. Sí, existen lugares tan familiares que no inspiran extrañeza. Lugares en donde la vida transcurre lentamente, donde las corrientes de aire llegan y se van. Lugares soleados y sombríos que muestran su belleza y fealdad, sí que existen esta clase de lugares, en un mundo lleno de movimiento y luz.

Cuento 2

Cuento 2 Lluvia Lluvia, lluvia, ¿por qué caes así? Cuando tomé conciencia por primera vez de lo que era la lluvia, era apenas un infante. No comprendía en su totalidad el fenómeno y ni siquiera cuando crecí, su magia pudo ser entendida por mí. Una magia azul, húmeda, llena de vida. La lluvia cae y se expande por todas las calles. Las calles feas y sucias que en un instante recorren todos los ciclos de vida. Ciclos que van y vienen, han ocurrido sobre toda la Tierra y la lluvia ha estado siempre ahí. En tiempos remotos, las lluvias eran adoradas y vistas como un signo de vida. Ahora, la gente es indiferente y en ocasiones, hasta la odia. Yo soy un amante apasionado de la lluvia, podría contemplar y observar toda la llovizna por toda mi vida. Para mí, la lluvia es una experiencia completamente personal. Los átomos de humedad danzan suavemente y recorren toda la Tierra. Todos estamos hechos de lluvia, de lluvias que ya eran viejas cuando el mundo acababa de nacer. Todas las esencias, aromas y sabores provienen de la lluvia. Cuando el dueño de los perfumes desea un nuevo aroma sólo altera su concentración. La lluvia empieza a caer, las gotas van caminando y recorriendo su sendero cada vez más deprisa. Las plantas y animales cubren y mimetizan a la lluvia, es parte de ellos y ellos la aceptan como su Evangelio, ese Evangelio hermoso y lleno de humedad. La humedad recorre también a todas las formas celulares que toma la vida. Hongos, protozoarios, algas y bacterias se alimentan por igual de la lluvia, ¡qué gran resultado! Lluvia, recorre mi cuerpo. Por favor, alimenta mi alma, cúrala del olvido y de su fútil indiferencia. Lluvia, aliméntame con tu espíritu y a tu lado desafiaré a la eternidad. Esa eternidad que ha existido desde que el primer ser consciente asomó sus narices al ignoto mundo. Me conformo con saber que un día regresaré a ti. A La Madre Agua, que integra y crea todo lo que está, viene y será. “Las estrellas se asoman en la oscuridad infinita de la noche, mi recuerdo de ella es cada vez más difuso, las gotas de lluvia empiezan a caer sobre mi cuerpo, lo limpian, lo confortan, lo curan. El olvido trata de aparecer y el negro manto de la noche, cubre a esas nubes, nubes eternas y etéreas que estarán conmigo en cualquier momento y en cualquier lugar”.