viernes, 7 de diciembre de 2012
Cuento 7
Red bike
Cuando desperté de ese profundo letargo que acompaña a la conciencia, algo andaba mal.
No podía decir con certeza que estaba mal o cuál era el daño, era únicamente la sensación de pérdida o de vivir de nuevo esa vida.
Busqué entre mis cosas, mi orgullo y este es una bicicleta roja. Con ella, he recorrido valles y llanuras sintiendo que el viento es eterno y el sufrimiento llega a su fin.
Es un vehículo rápido y ágil y en él que ando a mis anchas. Niños y señoras respetables me miran con ojos de espanto y de perplejidad.
Las acrobacias propias de un saltimbanqui que hago en el aire, los divierten y los hacen olvidar el hambre o las pérdidas.
Antes, mi país era un lugar pacífico y lleno de vida. Ahora la violencia ha cobrado fuerza y las muertes se multiplican.
Es muy difícil saber qué es aquello que vive y qué es aquello que se niega a morir.
En este instante, dejo la bicicleta apoyada en un grueso árbol y me aproximo al panteón.
Despejo una rama de una lápida y allí está escrito mi nombre y fecha de nacimiento
D.M. (1950 – 2012)
Se me olvidaba decirlo, ¡soy un difunto!
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