sábado, 29 de septiembre de 2012

Cuento 10

Cuento 10 Antes y después Para Diego Núñez Sabbagh Cuando me levanté aquel día, ninguna sorpresa parecía asomarse por el horizonte. Unos cuantos sueños con una luna blanca y más blanca, una luna galopante que anuncia descanso y olvido. Yo brincaba de un lado a otro ciertas buhardillas y siempre acababa en el mismo lugar. Al final por pura decisión y suerte, me sumergía en un tanque lleno de agua pura y cristalina. El frío me cubría los miembros y me hacía sentir nuevo. Sin duda que mi mujer lo advirtió, porque dio un severo suspiro cuando me acerqué más a ella y la estreché con fuerza. Al levantarnos, las mismas preguntas de siempre y las respuestas tan viejas como el cielo. No había frialdad en ella, pero tampoco se sentía tan cálida como acostumbraba. En el trabajo, las cosas iban un poco mejor. Un nuevo experimento que enseñaría en la preparatoria parecía captar la atención popular. De todos los salones llegaban a amontonarse y a hacer fila para tratar de entrar al salón donde ocurriría todo. Para empezar soy biomatemático y un apasionado de esos mundos cuya percepción es lejana. El experimento consistía en proyectar sobre una capa delgada de cristal una imagen; pero ¡qué imagen! En esa imagen, los espectadores verían al pasado y a la Tierra vibrante cuando el ser apareció. Obvio que este complejo experimento requería de apoyo, apoyo técnico otorgado por un viejo conocido, quien es un físico reputado y lleno de inventiva. El mérito del diseño correspondía a él y en cuanto a los detalles adicionales, esos corrían por mi cuenta. Nuestro aparato era una especie de espejo, muy pulido y lleno de surcos. En los surcos existía presencia vital porque cada esquina guardaba a un espécimen diferente. En un lado bacterias, en el otro virus y por allá un alga y un protozoario. La idea básica era aprovechar la corriente eléctrica de un viejo generador y dejar que la vida hiciese el resto. Es de todo conocido el hecho que las ondas de cualquier objeto vienen y van por el espacio y regresan. Si son polarizadas apropiadamente, podremos ver lo que ocurrió atrás en el tiempo. La idea de usar esas especies era que su grado evolutivo sería un buen eco de aquello que lo precedió. Sin duda que era una idea arriesgada y que nos podía costar el pellejo, a veces es necesario arriesgar para llegar a la verdad. Todo estaba a punto. La microcomputadora, los sensores y el equipo electrónico bien afinados. Nuestro público era de 45 personas entre estudiantes y curiosos. El salón era luminoso y este último factor encerraba todo ya que para los místicos, para el Sol no hay nada oculto. La hora era perfecta, las nueve. Y el experimento comenzó, se encendió el generador y brotaron chispas. Los sensores registraron las leves diferencias de presión y temperatura. El público expectante, los minutos corrían y las esquinas del espejo comenzaban a vibrar. Pasados 15 minutos, el brillo se hizo más intenso y en la pantalla del espejo apareció una imagen. Todos vimos lo que era, una vista aérea de una fértil llanura donde corrían y comían feroces reptiles. A su lado, algunos insectos volaban y atravesaban el cielo. Esas imágenes quedaban registradas en forma de video, lo curioso es que se iban mostrando tal como las capas de un pastel. Por un lado, el nivel marino lleno de peces y tiburones, luego las profundidades abisales, hogar de corales pétreos y muy coloridos. Incluso llegamos a observar una comunidad de hormigas que iban formando su colonia. También los cielos eran diferentes y un azul bermellón dominaba ese paisaje. Fuimos aclamados y casi fuimos sacados en hombros. Todo mundo quería una porción de esa belleza y amablemente compartimos el material obtenido. Ya era mediodía y desconectamos el equipo. Mi amigo amablemente me regaló el equipo y aparatos no sin antes solicitar derechos de patente. Llegamos a un acuerdo y me llevé todo a casa. Mi mujer no mostró interés alguno cuando le hablé del experimento. Su actitud me fastidió y decidí hacer una prueba casera. Al otro día, llevé a casa a una vieja amiga que en su momento representó mucho para mí. Le pedí que se observara en el espejo y ella accedió aunque me preguntó el porqué, yo sólo acerté a decir que era para ver de nuevo la chispa que me hizo enamorarme de ella. Ella sonrió y sólo me dijo “siempre supe que tú eras diferente a cualquier otro”. Reí y después de una larga plática de los tiempos de ayer se despidió. Me quedé solo y puse a funcionar el dispositivo. De repente y como en una obra de teatro, desfilaron y fui testigo de TODA la belleza del mundo humano. Griegas, romanas, turcas, indígenas de ojos negros como la pez, inglesas con el donaire propio de su era, francesas, mulatas de labios gruesos y muslos anchos y mexicanas de costas, desiertos y pueblos ya olvidados de otros tiempos. Era maravilloso y casi estuve a punto de gritar al ver tanta belleza contenida en ese espejo. Me llamaban en sus respectivos idiomas tal como las sirenas llamaron a Ulises. Pude oír su canto y las ciudades en que habitaban, los sonidos que son preludio a eso que siempre será amor y sexo. En aquel momento desee con todo el corazón entrar a uno de esos mundos. A uno sólo. Pero desarrollar la transferencia de masa y energía no era el fuerte de nuestro dispositivo; decidí quedarme y contemplar. De repente, oigo abrir la puerta, era mi dulce esposa, quien al ver lo que observaba con coraje aventó un sartén al espejo. Todo quedó destruido en ese momento. Las canciones desaparecieron y la imagen se fue. Ella huyó y se fue a vivir con su madre. Eso último es algo que agradezco a la infinitud; y en cuanto al dispositivo quedó para nunca más usarse. No cabe duda, los celos de una mujer son más peligrosos que un misil nuclear.

No hay comentarios:

Publicar un comentario