sábado, 29 de septiembre de 2012

Cuento 1

Cuento 1 Reptil “Mira allá arriba a ese inmenso cielo, son soles ya apagados, sus memorias nos reflejan el alma.” En los inicios de la edad que el hombre conoce como anterior a Cristo, existieron especies que conocieron el vasto espacio estelar antes que el primer mamífero asomara la cabeza. En aquella edad, las galaxias empezaban su loca expansión con un ritmo pausado y constante. Tiempos remotos cuando nubes de gas y polvo eran los primeros laboratorios de alquimia y elementos cada vez más pesados aparecían. El Sistema que ellos conocieron tenía un único sol. Una estrella joven y radiante. Alrededor 8 planetas y 3 planetoides bailaban la danza estelar. Era un Sistema muy caótico, de cuando en cuando, anchos meteoritos liquidaban enormes superficies planetarias. Los cinturones de asteroides eran más voluminosos y constituían un enorme escudo y barrera para su planeta. Ellos escogieron un planeta, el sexto en la lista. Rodeado de prominentes anillos que eran y siguen siendo discos de hielo girante. Las leyes del movimiento gravitacional no eran aún concebidas, pero tenían sabios que con precisión matemática veían más allá. Es importante notar que esta especie tenía un aspecto similar a los reptiles. Homeostasis y funciones elevadas de control celular los caracterizaban. Vivían en los mares y emergían a adquirir alimento en los acantilados. Su piel era seca y escamosa. Los había terrestres y otros reptantes. Su sociedad no era anárquica, elegían un rey en un concurso de resistencia. Y usaban como esclavos a ciertas especies de insectos y aves. Sus construcciones eran inmensas y alojaban a cada uno de sus miembros. No existía la noción de familia y sí de un sentimiento de entidad integrada. Vivían en armonía y construían para su deleite aparatos que medían con exactitud el tiempo y la energía. Creían en el espacio como una región curva y en el tiempo como algo infinito que empezó con la energía y el movimiento. Ideas que tenían guardadas en tablillas con ranuras que celosamente custodiaban en sus bibliotecas. Con el paso de los milenios, hicieron progresos técnicos y eran capaces de alterar la estructura atómica. Esto les permitió integrar totalmente los niveles de organización material. En sus inicios pensaban que la energía y el movimiento perpetuo eran reales, el destrozo causado por unas cuantas máquinas, los convenció de que ese camino era incorrecto. Analizaron y concluyeron que la energía venía en paquetes fijos y que incluso, la masa era una consecuencia natural de esta energía. Sus especialistas eran reputados sabios que ya eran jóvenes cuando los primeros soles se apagaron. Esta raza duró así por milenios, estudiando y hallando las claves de la vida en todo el mapa estelar. Pasaron por sequías, enajenación y estuvieron a punto de destruirse al encontrar la forma más brutal de liberar energía del átomo. Sus climas estaban agitados y cada vez más los ciclos se rompían. Un buen día, decidieron mudarse. El tercer planeta era un buen candidato. Lleno de agua y un poco de tierra. Lo llamaron Terres y lucharon por colonizarlo. Fueron llegando en oleadas y atravesaron el entramado espacio tiempo usando los primigenios agujeros de gusano. Sus primeros experimentos acabaron en la nada y en el vacío de otras estrellas. Lograron con tesón el éxito y llegaron finalmente a Terres. Su primera impresión era el del cielo azul y los océanos corriendo por allí. Las lluvias los confortaban y eran un regalo de ese primigenio cielo. Los colonos eran pocos y siguieron el devenir del tiempo sin hacer caso al cielo. Vivieron como lo que eran, animales y casi toda su civilización se perdió. El paso del tiempo y la presión del medio ambiente, les dio alas y un plumaje. Surcaban los cielos y empezaron a poner huevos. Esos huevos eran devorados y sólo los más fuertes lograron vivir y volar. En este momento, un miembro de la antigua raza decidió guardar todo el conocimiento que aún sobraba y mandarlo en un satélite. El único obstáculo era la curiosa gravedad terrestre, sin embargo, se superó y en un disco de piedra enmarcó las señales y signos de la primigenia civilización. Pronto del cielo cayeron meteoros que barrieron todo rastro de vida, eran meteoros cuya presencia se sabía conocida porque entre esa raza había aún excelentes astrónomos. Decidieron resignarse al destino cataclísmico y recordar el planeta que les dio cobijo. Un planeta con diferentes climas muy cálidos y otros muy fríos, habían vivido y colonizado una región agreste y a pesar de eso sentían la dureza de la naturaleza. Descuidar los cielos fue su error y que error tan grave, la esperanza a pesar de todo vivía. Al final, embarcaron 12 huevos de cada especie diferente. Una nave guiada por computador les dio certeza y seguridad, acabó por despegar y abandonó su lugar. Esa nave contenía las valiosas tablillas que eran su legado cultura. Tan pronto como la nave abandonó el horizonte, los meteoritos cayeron en tropel destruyendo todo a su paso. El clima cambió y de pronto los mares se secaron y desiertos se volvieron fosas marinas. Ahora, ese planeta tendría un nuevo dueño. 66 millones de años después Cuando desperté mi sueño era una visión dantesca. La Tierra se hacía pedazos con meteoritos y una raza parecida a la iguana que tengo por mascota vigilaba el cielo. ¿Un sueño o una visión?- En el trabajo las cosas se mantienen casi intactas. Nos llegan noticias de brutales matanzas en otros lados de la Tierra. Gente muriendo y el mundo hecho un caos. Los dioses de la guerra parecen ser animados por los gobiernos. La gente de mi país urgida por un cambio trata de votar y hacerse notar en el ámbito político. Las fuerzas internas hacen ver que pronto algo ocurrirá, quizás una Revolución. 3 meses después Los sueños continúan y se hacen más vívidos. Veo como los reptiles dominaron la Tierra y como llegaron a vivir en colonias esparcidas en todo el orbe. En sueños he entrado en contacto con uno, su nombre es extraño “Mascus”. Me habla del glorioso pasado y es mi guía para conocer todo el mundo reptil. Despierto y ya es de día. Oigo gente correr por las calles anunciando el derrocamiento del actual Presidente. Son gritos de furia mezclados con sed y auténtica hambre de justicia. Me uno al movimiento y pronto las calles son un caos. El siempre conveniente gobierno extranjero se entromete y trata de obtener una ganancia política. La guerrilla se expande de norte a sur y pronto hay desolación. Luchamos a brazo partido y veo morir a mucha gente conocida o amiga. Las playas están llenas de cadáveres y las calles capitalinas exhalan odio, destrucción y muerte. El asunto dura 12 meses. Se firma un pacto tácito de no agresión y se convocan a elecciones. Elecciones que por fin son limpias y hacen triunfar a la izquierda. Por fin tendrán la capacidad de mostrar su capacidad para gobernar la nación. Mis sueños no son ya tan frecuentes, y recuerdo el último, que es un aviso y una amenaza. Me veo en un planeta selvático y mi guía me conduce por la corriente de un río. Entiendo su lenguaje primitivo y el mensaje es claro: algún día retornarán y reclamarán para si mismos, el planeta que en el pasado les dio cobijo. Eso no me dio miedo, sólo un deseo de no presenciarlo. Un encuentro entre un mamífero como el hombre y una raza de reptiles traerá sin duda el tiro de gracia que la Tierra ha pedido. Una Tierra cansada, agotada y que quiere seguir girando en este Sistema, sin la carga que le representa lo viviente. Ahora es cuestión de esperar, quizás mañana, el mes que viene o en las décadas que se aproximan. Sin duda, que no será un espectáculo agradable.

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