sábado, 29 de septiembre de 2012

Cuento 3

Cuento 3 Fidelidad Dedicado a Ixchel Fernanda Mendoza En el mundo existen tantas formas de vida. El hombre vive sólo una de sus facetas y cuando encuentra a su mujer piensa que la calma llegará. Cuando pensaba así era aún muy joven y estaba lleno de vitalidad. Convivía con mis compañeros de juerga sin tener un sentido claro del bien y del mal. Sólo tratábamos de gozar el instante y el futuro era una partícula del Oeste donde vaqueros y bandidos desfilaban por igual. Todo cambió cuando la vi por primera vez. Una llama se encendió en mí, modales que creía olvidados aparecieron y cortesías que no eran lejanas se acercaron. Comencé por buscarla y tratar de ser respetuoso. Ella se mostraba cariñosa y un poco adusta. Mi mente bullía de esperanzas y visiones de amor y así transcurrieron días, semanas y meses. Le escribía con pasión y cada letra salía de un corazón casi quebrado. Poco a poco, ella entendió el mensaje hasta que un buen día nos besamos. Era de mañana y ella inquieta, temblaba de frío, Las lluvias la habían dejado un poco agripada y de repente cruzamos miradas. Sus ojos negros me miraban con impaciencia y ella esperaba una reacción, no lo pensé mucho y la besé con fuerza, ella se relajó y me dejó hacer. El rumor se corrió en toda la comunidad y amigos y enemigos surgían como espejismos en arena blanca. No hicimos caso y seguimos juntos sin importar que en un universo paralelo, tal vez, el electrón y el protón se repelan. Principios casi opuestos se presentaban y así crecimos y como un buen árbol, nuestro amor rompió los límites. Ya para ese entonces, trabajaba ejerciendo mi profesión. Proponerle matrimonio fue complicado, pero con un poco de ingenio bastó para que ella diera el ansiado sí. Las familias se conocieron, se mostraron sus garras y colmillos y la fiesta fue en total tranquilidad. Niños y niñas jugando por todos lados, adultos ya bebidos, conversando y ella y yo juntos a pesar de toda la adversidad. La luna de miel fue un encuentro ya esperado. Ella tenía una ligera idea de mi interior y yo de su alma y quizás eso lo volvió algo maravilloso. Disfrutamos y gozamos el instante y los tiempos, mientras que en las playas no estelares, otras parejas buscaban lo mismo. Tanto ella como yo atrajimos miradas casi curiosas y creí adivinar sus intenciones. Puras premisas falsas y nuestra confianza creció mucho. Un buen día por la mañana, ella se despertó llorando, yo preocupado la miré y muy emocionada me contestó “vas a ser papá”. La noticia fue impactante y de inmediato la abracé con fuerza y le susurré al oído lo mucho que la amo, la amaré y la seguiré amando. Es así como el tiempo se acorta y nuestra dicha, es mayor al acercarse el día. Nos queremos y amamos y eso es lo importante. Lo que he aprendido a su lado es la lección que sólo una religión puede enseñar y eso es AMOR. Poco a poco, las raíces de ese amor profundizan y ahora ella camina orgullosa por ahí. Tiempo, sí el tiempo vuela y atrás quedaron los juegos de fútbol o las bucólicas noches en la soltería. Ahora vamos agarrados de la mano y arriba en el cielo, hay una constelación que ilumina nuestro camino. Epilogo: Donde quiera que estés, siempre hay amor, de una u otra forma, de inmenso amor, el creador formó el Universo.

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