sábado, 29 de septiembre de 2012

Cuento 1

Cuento 1 Nunca reten a los dioses Había una vez, un hombre que deseaba firmemente y con todo su corazón conocer el poder otorgado a Dios de la omnisciencia y omnipresencia, Un buen día caminando por las calles grises y tristes de su ciudad natal, encontró una lámpara. Muy vieja y casi destartalada, por error la frota y he aquí lo que ocurrió: Una nube negra color infierno y un enorme quejido con una única pregunta: ¿qué deseas de mí? La voz del pobre desgraciado fue muy clara “quiero verlo y saberlo todo”. La nube iluminó la calle con su resplandor infernal y desapareció con todo y lámpara. El hombre sintió en ese momento, como un remolino lo golpeaba de frente. En aquel instante pasó toda la gloria, desgracia y lujuria humana por su mente. Fue una impresión dura para él y empezó a gritar cada vez más fuerte hasta que un grupo de policías lo sujetó con firmeza y le impidió seguir escandalizando en vía pública. De inmediato, fue turnado a un psiquiátrico. Encerrado en un cuarto de goma, viviría viendo las imágenes que nunca debió haber visto. Mujeres infieles, asesinos en serie, peleas a capa y espada, amores que desquician a los amantes y los dejan a las puertas de la muerte. Pero también conoció la pureza del alma, los conocimientos eternos, la luz de las esferas matemáticas y físicas y finalmente al verdadero DIOS. Finalmente, el pobre hombre se suicidó mordiéndose las venas de las muñecas y dejando escrito a medianoche un mensaje en las acolchadas paredes. “Nunca reten a los dioses”.

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