sábado, 29 de septiembre de 2012

Cuento 10

Cuento 10 Incidente en la capital En la capital de la República Mexicana ocurren las cosas más insólitas e inhóspitas. La fuerza de la naturaleza está dormida y de repente, el viento despierta, azota y levanta el polvo. He aquí lo que ocurrió: Un abogado cobarde y lujurioso siempre atento a sus vicios, decide intentar segar la vida de un desconocido. El creía tenerlo en sus manos cuando en realidad, ambas vidas estaban en manos de Dios. Nuestro desconocido es un hombre valiente, con palabra, honesto y creyente en Dios, con el don de la palabra y de usarla para el bien. Este encuentro fue decisivo. El peor error que pudo haber cometido el cobarde abogadillo fue revelar su nombre y puesto. Los meses corrían y en el tercer año, se toparon frente a frente. En una lujosa camioneta que se encontraba estacionada a las orillas del Periférico, el abogado fumaba un cigarro y ni siquiera percibió cuando fue levantado. Durante el viaje, el abogado pidió justicia e incluso ofreció dinero a cambio de su vida. Los dos hombres iban tranquilos escuchando lo que decía y riéndose cada vez más fuerte de lo que les hablaba. Llegaron a su destino y adentro, ya amordazado y amarrado a una silla fue interrogado. Las preguntas fueron directas e incluyeron nombre, puesto y ocupaciones. Fue obligado a contestar con lujo de detalle, de lo contrario por cada mentira sufriría un balazo en cada pierna. Insoportable era su dolor, cuando de repente llegó el desconocido. Sus únicas palabras fueron: “Mátenlo y no le den de beber para que sienta los tiros. “ Ya sin mordaza, el abogado clama por su vida y pide perdón. Los dos hombres lo golpean y le obligan a guardar silencio. Con calma, cada uno toma un rifle AK – 47 y descargan toda la carga sobre el cuerpo del ya occiso. Afloja el cuerpo y exhala su último aliento. Los dos hombres envuelven al ya difunto en una gruesa cobija y después de recorrer la enorme ciudad, tiran el bulto en una presa. La prensa siempre ardiente de explicaciones busca explicaciones y primicias en el hecho antes mencionado. Se mencionan extrañas conjeturas y la autoridad policíaca se muestra ineficaz y le da carpetazo al asunto. En el meollo del asunto, los intelectuales charlan entre sí acerca del valor de la vida y de la locura del mundo moderno, donde una fatal indiferencia rodea a conceptos consagrados en el siglo pasado, como el amor, religión y política. Los autores materiales desconfían del vengativo autor intelectual, y conversan con él acerca de sus dudas y temores. Finalmente, nuestro desconocido sonríe y le pide a Dios por el alma de aquel cobarde que intentó infructuosamente segar su vida. Epílogo: La investigación siempre quedó abierta, pero nadie atinó a dar con los asesinos, aunque si yo fuera ustedes, me andaría con cuidado y viviría cada día como el primer y quizás el último de sus vidas...

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