sábado, 29 de septiembre de 2012

Cuento 5

Cuento 5 En la ciudad Peste “En las acequias, en las avenidas corren noticias y muerte y vida van bailando lentamente” Me encontraba perdido en la oscuridad, esa noche que te toma y te extiende. Mi ciudad se hallaba perdida en las brumas de un nuevo día. Los días la recorren y los cambios en el ambiente sólo existen en el corazón. Camino por las calles consciente de que soy un punto oscilante en ese espinazo estelar, ese manto cubre toda la superficie y no deja huecos ni sombras. Alrededor va cayendo una lluvia cada vez más fuerte, deseo correr y abrazarla y que el rocío entre a mi alma. La lluvia llega y fortifica todo lo que se encuentra en su recorrido, esas gotas llenas de humedad densa le dan un giro repentino a todo. El olor es asfixiante y es regresar a esa agua primigenia que engendró todo. La lluvia cae más y más lenta, se desperdicia y apaga las débiles luces que mortecinas van desapareciendo. Los árboles y hierbas con sus almas interiores se alimentan y conectan con la Madre Tierra. El ruido forma una melodía eterna que me hace pensar en aquello que habitó mi cuerpo hace tanto tiempo y que ahora se ha ido. El ruido es largo y pausado y me recuerda sus ojos negros y esa mirada tan expresiva que tantas veces deseé se posara sobre mi cansado cuerpo. Las noticias llegan a esta ciudad. La urbe está contaminada e infectada por un nuevo virus. Su origen es dudoso y me atrevería a decir que sólo es una broma de la genética. Mi opinión no cuenta, sobre todo porque el ineficaz gobierno que administra mi Patria decide dando palos de ciego. Queda esperar a que la epidemia no se expanda o haga mella en los seres queridos. Esto me hace recordarla, sobre todo en los momentos de silencio que anticipan a la noche. Quisiera saber más ella, preguntarle sobre su vida y sobre todo disfrutar de compañía. Pero esas son sólo quimeras, muy agradables y delicadas al tacto aunque irreales. En realidad, al pensar en ella también recorren mi mente otros recuerdos y voces. Voces aisladas que están ahí y que reaparecen en momentos del día. Esas voces me hablan de hazañas perdidas en el tiempo o de derrotas que yo desconocía tener. Sus murmullos escasos que reflejan a mi alma, como las imágenes que forma un espejo casi roto. Al regresar de esta digresión, veo al oscuro y flamante Presidente de la República hablar de aspectos coligados a la epidemia. Un discurso oficial y vacío muy carente de originalidad. Parece que el guión fue tomado de una película americana de los cincuenta titulada “Los Monstruos Que Llegaron Del Espacio”. Suena hilarante y hasta esa película tiene más sentido que ese discurso. Las noticias que van llegando del mundo exterior carecen de sentido o de originalidad. Toda una serie de engaños y trucos salen a flote. La gente piensa en complots, devaluaciones o juegos de poder. La realidad golpea al igual que un delicado guante y lo único cierto es el enorme descuido por nuestra Naturaleza. Asesinos ocultos van por ahí destruyendo la intimidad natural. Los bosques lloran y los sauces y hierbas preferirían nacer de nuevo en un planeta tan alejado de aquí como Urano. Momentos que van y vienen, el cielo cubre mi mente y cada nube que camina el espacio me hace absorber el olvido que tanto he anhelado. ¡Sí, estamos sentados y dormimos en la ciudad Peste y allí se vive y sobre todo se muere! Amanece un nuevo día y con él una nueva esperanza. Esperanza vital en una ciudad que requiere de una resurrección. El alma y la materia han hecho el pacto tácito de ir juntos por la eternidad. La luz del Sol va filtrándose y esos rayos atraviesan todo. No hay nada oculto para el Sol y su enorme rostro ilumina a cualquier corazón que camine sobre su manto. Si existiera alguien a quien llamar Dios probablemente el Sol tendría mi voto. Es una figura mítica que dio y dará vida a todo aquello que tenga un poco de células o proteínas. Estos términos me recuerdan el arcano lenguaje que emplean los biólogos para tratar de comprender la vida. Términos que aclaran poco y arrojan una sombra de duda más grande que cualquier elección popular. ¿Qué es la vida? Esa pregunta la contestaría una piedra o un río con gusto si estuviéramos dispuestos a escuchar. Escuchar, sí escuchar, con el corazón y el alma bien dispuestos. La respuesta sentaría a más de uno. Los descubrimientos se detendrían y advertiríamos que el Universo es más enorme de lo que creyó alguna vez el hombre y que impreso en esas estrellas y galaxias se encuentra esa respuesta. En lo personal, no necesito que un sabio con bata blanca me diga qué es la vida. Yo sólo quiero salir, caminar e interrogar a esa estrella perdida y que en su momento encerró esa respuesta, junto a otras estrellas que le han hecho compañía. Porque en el Universo no existe la soledad y cuando te sientes tan solo, como si vivieras en una isla remota estilo Fiji debes de saber que la música eterna de las esferas etéreas estará siempre contigo. Son melodías de cualquier clase y género y hasta de géneros que el hombre nunca inventó. Las notas que se escuchan van creando un espacio y siempre llevan luz. Esas notas nutren a las plantas y nosotros sin compasión destruimos esa música, creando avenidas, rascacielos y demás linduras de concreto. El concreto ahoga y desafortunadamente el hábitat natural de mi ciudad ha muerto. Hubo un tiempo cuando un gran lago se extendía y aves, peces e incluso águilas y serpientes vivían con tranquilidad. Claro que existía lo silvestre, un vehículo pesado y amplio totalmente lleno de naturaleza. Los años han ido despoblando esa corteza vegetal y animal y ahora tenemos que conformarnos con gusanos naranjas que atraviesan esta ciudad de norte a sur y de poniente a oriente. Vivir en esta ciudad es algo completamente vital; el aire gracias a esta epidemia y de forma irónica se siente más despejado. Una corriente clara y muy agradable entra por mi habitación. Es una corriente que me recuerda los tiempos de ayer, unos tiempos muy agradables, cuando no jugaba con las flores rojas y blancas que son muy hermosas pero llevan grabadas espinas. Espinas muy largas y que han entrado y salido cientos de veces de mi alma y corazón. Es un juego mortal que me ha dejado heridas vivas, que otras rosas se han encargado de abrir o cerrar más. Mis cuitas y desventuras podrían no serlo si aceptara el hombre que ese juego es eterno y que atravesando ese risco, se encuentra una puerta gris y hasta un poco oxidada, tan vieja como el Tiempo que tiene una inscripción que dice escuetamente “SEXO”. Sí, atravesando esa Puerta se encuentra ese mundo que lo es todo y es a la vez nada. En ese mundo la serpiente del infinito se muerde la cola cientos de veces. Por esa Puerta han atravesado toda clase de personas: asesinos, locos, maniáticos, enamorados, indiferentes, sacerdotes, músicos, ingenieros, físicos, economistas, contadores, abogados, literatos y hasta médicos. No hay restricciones y llegar ahí y permanecer es un pase que todos desearían fuese un poco más largo. El placer no puede ser tan largo porque hermanado a él está algo llamado Muerte. Un río amargo y lleno de aguas profundas va atravesando este jardín. Nadie ha entrado y ha vuelto a salir de él y sólo los enamorados podrían tener la fuerza para atravesarlo sin temor a ahogarse. En ese jardín no hay ningún tipo de cadena. Todos corren, juegan y se divierten. Es un laboratorio en donde todo lo subatómico, atómico, molecular y macroscópico adquiere sentido. Las ecuaciones de los sabios cobran valor y no existen ya las singularidades. Yo he entrado una vez a ese Jardín y fue una experiencia placentera, apenas recorrí sus senderos y comí algunos de sus frutos. Mi esperanza azul violeta es recorrer ese Jardín de la mano de la mujer a quien ame y que me ame. Sé que no será fácil encontrarla y mucho menos hallarla en la infinitud de la ciudad. El reto existe y mientras la sangre recorra mis venas y arterias y el movimiento siga en mí, esperaré por ella. Eso y todo lo que ocurra después harán que la ciudad Peste adquiera un poco de calor, esa clase de calor que de cuando en cuando surge al unirse mar y cielo en el atardecer. “La peste se va, disminuye y quizás desaparezca. ¿Fue sólo un engaño o un mal sueño de un Presidente?”.

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