sábado, 29 de septiembre de 2012

Cuento 4

Cuento 4 Estrellas Cuando salí de mi casa, era de noche. Una noche larga, inmensa, lóbrega, en su paz encuentro la razón para salir a pasear por los alrededores y encontrar la magia de la vida en cada instante. La ciudad en que habito, es un puerto. Una ciudad vieja, con secretos ya olvidados. El olor a mar y a pescado, llena el ambiente. La gente va por ahí, pensando en su existencia, asuntos cotidianos, que no merecen ser reseñados aquí. Mi paz es salir por las calles, caminar en la costa y contemplar el cuadro maravilloso del mar y de las olas llenas de espuma golpeando día tras día. La contemplación en la que me sumerjo es eterna, y podría no tener final, si no aceptara el hecho de que vivo en la soledad, una soledad penosa, llena de desgracia. Las circunstancias me hundieron en ella, he tratado de escapar pero sin encontrar salida. En el nuevo día espero hallar esa respuesta que consiga trasladar a mi corazón a esa zona, la zona de amor que afanosamente toda la humanidad busca. Toda mi vida se dibujaba en la rutina, la rutina propia de un oficinista de medio tiempo. Las imágenes de la realidad se me venían encima, cada vez más y más cerca, pero hubo algo que hizo que cambiara todo. En uno de mis cotidianos paseos, me encontré a una mujer misteriosa. No podría decir si era realidad o era un dibujo de mis pasiones ocultas, sólo diré que es simplemente hermosa. De estatura mediana, tez blanca, ojos verdes, y cabello de tono rojizo como la corona solar. Estas pocas palabras no alcanzarían a describir la eterna belleza que encierra. El lector podría pensar que soy exagerado, pero la realidad me decía otra cosa. Nunca había visto alguien así, todas las mujeres que había observado antes palidecían ante el reflejo tan hermoso que estaba contemplando. Dulce, dulce, era su mirar, y me podría haber acostumbrado a ella y bailar por toda la eternidad a su lado; una belleza extraterrena, más allá de mis sueños y deseos. Lo más hermoso eran sus ojos, reflejo de su alma, de un tono verde, del verde que da vida y que se encuentra en los océanos. Las mejores cosas de la vida se hallaban en esos ojos como esmeraldas, donde la eternidad y lo efímero bailaban. Traté de alcanzarla y cruzar algunas palabras con ella, después de todo si algo tengo es confianza. Para mi sorpresa, entre más pasos daba, ella se alejaba más y más. Me desesperé tanto que maldije al destino, por no lograr alcanzarla. Cual sería mi sorpresa, que al correr, caí, al momento de caer, desperté. ¿Qué acaso era sólo un sueño? Me levanté y me di cuenta que a lo lejos se dibujaba una luna, una luna azul llena de paz y de candor, con tristeza me di cuenta que era un sueño, y que la bella chica era sólo un pálido recuerdo en mi corazón. Los días siguientes cada vez que empezaba a soñar, la diferencia entre la realidad y el sueño, era cada vez más difusa y a veces, me ponía a pensar que si estaba viviendo algo real o eran juegos de mi corazón. Con impaciencia, entraba a regiones del sueño, ya olvidadas, me convertía en príncipe, rey, mendigo, recorría lugares lejanos buscando esa visión, cuando estaba a punto de encontrarla, los traicioneros rayos del sol llegaban a cubrirlo todo. Estuve a punto de caer rendido y aceptar el hecho de que mi visión era un reflejo de la soledad, para no caer y pegarme en el suelo, inventaba historias, cuentos, y canciones, de verdad es increíble lo creativo que se vuelve uno, cuando el amor llega a su puerta. He aquí uno de los poemas. Lo rescaté de otro que había escrito antes, para una musa que durmió después el olvido, iba más o menos así: [Una noche tan eterna y luminosa como la luna y a lo lejos va caminando la mujer que amo, sus pasos son certeros y ágiles, su silueta se va dibujando en el horizonte. Ella está llena de amor, y su voz es como un amanecer que va quitando las sombras, su figura descorre los velos que aparecen en las calles, una canción se escucha a lo lejos en el horizonte y ella atenta la escucha, es una canción vieja, pero que remite a los dominios del Amor. Poco a poco, ella se acerca a su destino, y con gracia y una gran quietud observa lo que hay alrededor, sus hermosos ojos verdes le dan una mirada al pavimento y con calma sigue su camino. Sus ojos son luminosos y llenos de un brillo, un brillo muy especial que me hace recordar los días y las noches en la que los amantes jugaban y cantaban en los parques. Yo, un simple ciudadano de mundo, sólo aspiro a entrar en su vida, quizás robarle un beso a la luz de la luna a esa mujer a quien amo, tomar su mano y cantarle una canción tierna, perdida en las brumas y en los espacios compartidos. Azul esperanza que cubre con su áspero manto; una palabra y un sendero, que se asemejan al débil capullo de una flor que abre sus ojos al atardecer...] Todo transcurrió con normalidad, hasta que un buen día, me fui a la cama sin ninguna preocupación ni interés fijo. Sólo éramos yo y la cama, en una noche tan linda que daban ganas de salir y estar despiertos para contemplarla. No fue así, y pronto quedé profundamente dormido. En mi sueño, me parecía encontrarme volando, volaba por los aires, con suma facilidad, y recorría a gran velocidad toda clase de paisajes y lugares. Lugares exóticos, llenos de maravillas y sorpresas. En un momento del sueño, viajaba a un puerto de mi país natal, un lugar casi desconocido para mí. Caminaba por sus calles con soltura, atravesando calzadas y recorriendo todos los lugares, cuando de repente, entraba a una plaza, y ahí estaba la chica de mi sueño. Se me quedaba viendo, y me decía que le parecía alguien conocido. Yo sólo le decía que la conocía de antes, ella de repente, me decía que era una princesa. Una princesa de un lugar muy remoto, en una galaxia muy lejana. Yo le confesaba mis sentimientos y ella muy sorprendida, me decía que como podía sentir todo eso, sin apenas conocerla, yo le contestaba que esa era la magia de todo, y que cuando algo como el amor llega, es difícil resistirse a su ala. De repente la abrazaba y le decía que nunca la dejaría ir, ella sólo me sonreía y me decía que para estar juntos, debería ir con ella, a ese lugar remoto más allá de las estrellas. Era una decisión difícil dejar a la Tierra y a todo atrás, pero con valentía le decía que sí. En ese momento acababa mi sueño. Salí de mi cuarto, y en un árbol ella estaba parada, se veía aún más hermosa que en mi sueño. Lentamente nos tomábamos de la mano y caminábamos por la playa hasta perdernos en el horizonte. Arriba las estrellas brillaban, su brillo traía a la mente el recuerdo de amores pasados y jamás olvidados. Su luz era tan hermosa y bañaba todo su alrededor. Sí, estrellas y más estrellas, y tal vez en una de ellas, sea muy feliz con la chica de mi sueño. Estrellas, azules, pálidas, titilantes, como quisiera estar con ella y contemplarlas, y todo quedará atrás. ESTRELLAS, ESTRELLAS, VIGILEN A LA MUJER QUE AMO, Y CON SU BRILLO DIGANLE, QUE ESTARÉ CON ELLA SIEMPRE, SIEMPRE.

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