sábado, 29 de septiembre de 2012

Cuento 6

Cuento 6 Persecución # 681 “La fosa y el abismo son profundos, que Dios nos ayude si caemos en ellos” I Dos hombres de puntos distintos y colineales de la ciudad despiertan. La mañana trae el canto de los pájaros y las marchitas gotas de lluvia que cayeron por la noche. Uno de ellos es abogado de profesión. Siente que el título le otorga poder ilimitado y camina con prestigio por la ciudad. El otro es inquieto y lleno de naturaleza, muy nómada e impulsivo. Nadie lo conoce y es una sombra azul reptante. Tarde o temprano se encontrarán y el choque de bólidos hará añicos ambas vidas. Este es el relato de lo que sucedió en aquel encuentro. II Nuestro abogado es un hombre joven, de treinta años, que cree demasiado en su poder. Su linda y puta esposa lo acompaña y es parte de esa cadena. Aparentar no temer nada y viven alejados del escándalo, pero en el interior de sus corazones la lujuria los devora. Ambos salen de casa rumbo al lujoso despacho sin saber lo que les ocurrirá. Nuestro otro personaje camina sin miedo, es callado y sólo habla cuando se lo piden. Tiene la sangre tan fría como la de una cobra y la fuerza de tres hombres. Las avenidas que atraviesan la metrópoli son intricados laberintos que él conoce a la perfección. Camina con claridad y goza cada instante, ahora ha llegado la hora de matar o morir. III Llega un mensajero a la puerta del despacho. Dentro se encuentra el abogado que no presiente nada, su esposa mueve su redondo culo por la oficina y abre la puerta. La sorpresa le nubla la vista y trata de gritar; el filo del cuchillo cae sobre su garganta. El cuchillo corta y cae sin piedad. Sus forcejeos son inútiles y queda marcada como una res. Ahora, el mensajero se limpia las manos en el baño y sin decir palabra irrumpe en la oficina del abogado. El abogado palidece de sorpresa y cuando trata de sacar su pistola ya es demasiado tarde porque el mensajero le rompe el cuello con las garras y fuerzas propias del jaguar. El abogado se defiende como un perro e incluso trata de disparar. Sin embargo, su respiración es cada vez más difusa y cae inconciente. El mensajero se divierte en su faena y con el cuchillo corta cada pedazo de cuerpo. Atraviesa la ropa y las piernas y muslos son mutilados cientos de veces. Después de acabar el espectáculo, el hombre se lava de nuevo las manos, se peina y se mira al espejo. Nada ha cambiado, solo que ahora se escurrirá como una sombra y regresará por donde vino. IV Cuando la policía llega al lugar no hay huellas claras, sólo marcas de una venganza. La prensa se escandaliza y reclama justicia. Nadie dice ni comenta nada y mientras el mensajero le sonríe a la luna llena que cubre su noche…

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